Pitbull, qué miedo decimos muchos. Pitbull, el amor incondicional dice Viviana. Justo como dice la canción ranchera de Jorge Negrete, “el amor, con amor se paga”. Por eso eso cuando un ser humano logra romper sus fronteras y abrir su corazón, encuentra universos de patas y colas dispuestos a compartir la vida para ser mejores.
Así es esta historia. Es la de Viviana Solís Chaves, una empresaria de 44 años, quien tomó la decisión de convertir a su manada de pitbulls en su familia y en una razón para luchar en lo que cree.
Ella tiene doce canes, la mayoría pitbull, una raza por cierto etiquetada y estigmatizada por muchas personas y por eso mismo, cuando Viviana los rescata, ellos sobreviven a una vida de maltrato, abandono o a punto morir debido a los prejuicios.
Trece es el número mágico, porque ella se siente parte de su manada.
“Yo soy un pitbull más en todo el sentido de la palabra. Para mí es un honor que ellos me acepten como parte de su círculo, el cual es muy selectivo y cerrado”.
¿Y cómo es eso de que una manada de perros puede constituirse en “familia” de alguien?
“En una manada hay unión, respeto, solidaridad, confianza, diferencias, trabajo en equipo, pero sobre todo debe haber amor incondicional y esos ingredientes son los que hay en mi familia pitbulera. Por eso son mi vida, mi pasión, mi mundo”, afirma Viviana emocionada.
¿Por qué pitbull?
“Con esta raza conecto mi alma. Solo la energía de un pitbull podia sacudir mi vida, llegar a lo más profundo de mi ser, ayudarme a enfrentar mis miedos para poder volver enamorarme de la vida y mirar en mi interior para cambiar y entender que se debe vivir de adentro hacia fuera y no al revés.
Esta mujer, líder de su manada, inicia sus días a las 4:30 a.m. sale a caminar con sus perros llueva o haga sol, resperta su rutina y trabaja muy duro para ella y su familia.
A su regreso una docena de colas se mueven felices porque mamá llegó y es tiempo de cuidarse mutuamente. A las 7 p.m. todos duermen seguros de su amor, sin que importe el pasado o el dolor de ayer, porque lo que que cuenta es el ahora.
Allá en la casa de los perros
Cuando usted llega a la casa de Viviana, un afectuoso concierto de ladridos le recibe. En mi caso no siento miedo, porque no son ladridos de amenaza o furia. Es pura contentera de que llegaron visitas.
Distribuidos en grupos por empatía y carácter, Viviana creó condiciones en su propiedad para que cada quien esté cómodo y respete los límites del otro. No es un espacio muy grande. Allí lo que es inmenso es el corazón.
¿De dónde te viene la pasión por esta raza?, le pregunto. “En un momento muy dificil de mi vida, perdí la confianza en el amor incondicional… Me perdí de mí misma. ‘Pepe’, mi primer pitbull fue quien me rescató. Gracias a él, a su amor, a las lecciones y retos que experimenté a su lado, es que sufrí la transformación interior que me ha dado la convivencia con mi ‘marimba pitillera’. ¡Así los llamo!”
Volver a nacer
Tuve el privilegio de volver a nacer al lado de estos seres tan especiales. Pude volver a mirar en mi interior y sonreír, tomada de la pata de ‘Pepe’, poco a poco, sané mis heridas y a partir de ahí y de él, nos hemos rescatado unos a otros”.
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Una clave, un camino
Amar a los animales con esmero, entrega y mucha información es parte del reto, porque no es de la noche a la mañana que usted toma a un perro que fue entrenado para pelear y lo convierte en un animal obediente, dócil y confiable.
“De niña siempre soñé con comprender y ser comprendida. Quería amar sin dar muchas explicaciones, ni condiciones. En mi casa no hay palabras, porque yo soy la única que hablo, -dice con una gran sonrisa-, pero hay instintos y hay sentimientos que son transparentes y verdaderos. Mi manada es todo para mí”.
Escrito por Ana Coralia Fernández, periodista.
Fotos cortesía de Viviana Solís/
1 comentario
Comparto esos sentimientos. Porque tengo 14 canes que aunque a veces representan muchas responsabilidades, dan su amor incondicional.