Hola.
Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.
Desde que estaba en la escuela escribía lo que sentía en un cuaderno; me paraba frente al espejo y hablaba. Yo no sabía que esa era una misión, la de usar las palabras; lo fui entendiendo mejor cuando crecí.
Nací en uno de los barrios del sur de mi amada Costa Rica. Desamparados, así se llama el cantón donde dí mis primeros pasos. ¡Qué nombrecito verdad! Mis padres trabajaban duro para darnos lo básico a mis dos hermanos mayores y a mi. La vida era bella y simple. Si había, había y si no, mañana quizá habrá. No recuerdo que en casa alguien renegara de las pocas posibilidades económicas que teníamos. Había mucho en qué soñar y eso nos entretenía a todos.
Por cierto, los sueños de cada uno, incluidos los de mis padres, se han ido haciendo realidad poco a poco. Es maravilloso. Por eso me declaro seguidora de las voces que reproducen aquello de que todo es posible para el que cree y lo que se siembra, se cosecha. Esas son leyes en mi vida, no son opciones, son leyes.
Venciendo miedos.
Graduada en la Universidad de Costa Rica como periodista, empecé trabajando en Radio. En “Monumental” le perdí el miedo al micrófono y me enamoré perdidamente del reporteo de calle; luego vino el gran reto de la televisión con otros miedos distintos de aquellos que ya había superado en la radio. Ahí, conquistada por el periodismo, seguí tejiendo historias y además aprendí a tener piel de cocodrilo pues la exposición al público era muchísima.
En la misma intensidad habían críticas sobre el trabajo de los canales 4 y luego 7, donde trabajé; eso debe pasarle a todos los colegas de la televisión de todos los países. Luego de ser empleada por 20 años, decidí dar un paso equivalente, para mi vida, al que dio el primer hombre que llegó a la luna o la primer mujer que votó en unas elecciones en mi país.
Historias propias, de eso se trata
Decidí en 2001 agregar a mi labor de periodista, la de empresaria. Renuncié a mi trabajo de años y me senté a diseñar una “nueva casa” donde vivirían las historias que quisiera compartir con todos. Historias llenas de coraje, de heroínas y héroes sin capa, de gente que la tiene difícil y bendice su día porque cree que hay luz a pesar de la oscuridad.
Empezaba a escucharse lo de los sitios web y en mi país aún era un imposible tener internet en los celulares, por ejemplo. Así fui preguntándole a expertos en programación y en diseño y fundamos la revista digital lizethcastro.tv. Esa que les digo “nueva casa” se ha ido ampliando, gracias a la gente que nos sigue y a la misma tecnología que hoy es más accesible que cuando empezamos. Fácil no ha sido.
El camino ha estado lleno de retos económicos pero he aprendido que si una puerta se cierra, uno llora un ratito, se limpia las lágrimas y toca otra puerta. Puede pasar lo mismo, que se cierre, se llorará otro ratito, se limpiarán las lágrimas y vendrá la que se abre, la que convenía, la que nos merece. El aprendizaje ha sido rico y ha valido la pena.
El deseo de mi corazón
Todos los días de mi vida le agradezco a Dios por ser periodista. El gran deseo de mi corazón es seguir compartiendo con miles mis propias vivencias pero sobre todo quiero que sigamos poniéndole el micrófono a las personas sencillas pero extraordinarias, que honran la vida con su vida plena e intensa. Mis compañeros de la revista son enamorados también de las luchas que se dan con el alma; por eso son parte del equipo. Queremos ser voceros de esperanza; presentar la realidad de la que no se habla en los noticieros tradicionales, esa que brilla en los seres humanos que salen adelante.
Bienvenidos a mi casa. Cada uno de ustedes es un huésped de honor.