Su papá tiene 93 años y ya perdió la vista, sin embargo, dos veces a la semana se les ve a ellos dos caminando por las calles de Tibás. Papá e hija se dirigen a una clínica deportiva donde él recibirá terapia que implica, entre otras cosas, pesas, ligas y una bicicleta de spinning, pero todo esto dentro del agua.
“A veces me digo”, nos dice Virginia, la hija, “Son 93 años ya, ¿no será demasiado para él?”; sin embargo, le bastará ver el empeño y la alegría que su papito pone en cada ejercicio para convencerse de que no está haciendo nada incorrecto.
Este amor de hija es lo que impulsa a esta mujer a dejar cualquier cosa con tal de que don Enrique no falte a las terapias y aunque ella junto con sus hermanos podría tenerlo en un Hogar de Ancianos, esto ni siquiera pasa por sus mentes.
Las lágrimas brotan de sus ojos cuando nos dice: “hoy él ocupa mi ayuda, para vestirse, para caminar, para muchas cosas, pero ¿qué no hizo él cuando yo y mis hermanos éramos chiquillos?, uff, muchísimo sin duda, así que cualquier cosa que se haga es mínima y pequeña”.
Hoy la revista LIZETHCASTRO.TV se engalana en presentar la historia de este amor de hija para quien nada, absolutamente nada, es un sacrificio sino que es devolverle a su padre algo de lo mucho que él le dio cuando era una niña.
Por eso transmitimos el consejo de Virginia para los hijos, porque ella tiene mucho que decir y con toda propiedad lo hace una mujer que orgullosa dice: amo a mi papá.
Los números del abandono
Algunas estadísticas de la población adulta mayor son alarmantes y reflejan que el abandono de los llamados ciudadanos de oro, va en aumento.
Según el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (CONPAM) en el año 2013 se atendieron 42 denuncias, 50 en el 2014, 59 en el 2015 y solo en los primeros siete meses del 2016 la cifra rondaba los 40 casos.
La historia de Virginia ojalá se repita en muchos hogares porque su querido padre nunca formará parte de estas estadísticas,; todo lo contrario, si algo demuestra este video es que ella está llena de amor, un amor que la lleva a ocuparse de su querido papá como ella le llama.
El reloj sigue avanzando y usted es ahora unos segundos o minutos mayor de cuando empezó a leer estos párrafos. Es el deseo de esta revista que al igual que don Enrique su historia tenga a alguien como Virginia, una hija que vive demostrando hasta donde puede llegar y lo que se es capaz de hacer porque el amor no caduca.
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1 comentario
Así es es muy poco lo que les damos a nuestros papás cm td lo q ellos hicieron x nosotros yo amo reamo a mi viejita y daré td x ella ellos merecen td nuestro amor y cuidado