A pesar de ser muy joven, podríamos decir que Miguel se hizo a sí mismo un trasplante, no de corazón sino de pensamientos y hábitos, que lo tienen hoy vivo, contando cómo los desórdenes estaban acabando con su vida.
Imaginémonos que un monstruo visita cada día nuestro cuerpo y se lo va comiendo a pedazos. Eso estaba pasando con Miguel quien en la década de sus veinte años convirtió en mejores amigos a los peores que encontró: el licor, el cigarro, las comidas rápidas y no dormir.
Ese combo se lo tomaba a diario. “Yo estaba tirando mi vida por el retrete”, nos dice hoy.
Esta conversación con Miguel Gatica, es la conversación con un tico que celebraba todo con licor, que se sentaba a comer para llenar vacíos y que hoy camina todos los días, tiene hábitos simples, llenos de vida, que nos abren los ojos a quienes no los tenemos.
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Excelente Miguel!