Fernando Alpízar tiene claro el recuerdo de ver a su tío, Alejandro, como siempre sonriendo, en la última fiesta en la que estuvieron juntos: “Fue en diciembre, para Navidad. El era el alma de la fiesta, siempre vacilando, servicial, súper alegre”, nos comenta.
Nadie sospecharía que 4 meses después Alejandro Torres se convertiría en la quinta persona que muere en Costa Rica, víctima del COVID-19.
Bondadoso y justo
Alejandro Torres amaba la mecánica y aún pensionado, a sus 69 años seguía ejerciendo el oficio. Vecino de Pavas, tenía 25 años de matrimonio y como abuelo estaba loco de amor por su nieto de 4 años.
“Estaba pochotón”, nos cuenta su sobrino quien sigue impactado por la pérdida de una persona que califica como inolvidable.
Los trabajos de mecánica que hacía los cobraba con el precio justo “o no los cobraba. A mí, por ejemplo, un arreglo que me costaría 100 mil colones con otro mecánico, me decía deme 20 mil pa tratarlo bien. Así de especial era él y no sólo conmigo, con quien lo necesitara”, recuerda Fernando.
Ida e internamiento al Hospital
Alejandro amaba viajar.
Su último viaje fue a Europa. Al regreso presentó síntomas de COVID-19 y se complicó con una tos. Tenía un factor de riesgo para esta enfermedad, padecía de presión alta.
Decidió el 28 de marzo ir al Hospital San Juan de Dios y quedó internado.
“En el whatsapp de la familia todos estábamos pendientes. No le decíamos a nadie, solo hablábamos entre nosotros. Mi primo nos contaba como iba evolucionando, cada día”.
Pero se complicó. Al día siguiente de su internamiento, lo trasladaron a la Unidad de Cuidados Intensivos. Al parecer durante el internamiento, una bacteria le jugó una mala pasada, que agravó su estado de salud.
Despedida dolorosa
Alejandro Torres falleció este 19 de abril en el Hospital San Juan de Dios.
“Mi tío luchó y luchó por su vida. Hoy, 21 días después de estar internado nos dan esta noticia que nos duele mucho. No podemos ni siquiera ir a despedirlo, ni abrazar a mi tía y a mi primo… Es algo muy duro que jamás uno se imaginaría”, dice Fernando. “Duele mucho esta forma de despedir a alguien a quien uno quiere tanto”.
Hoy, muchos lo extrañarán por sus detalles. Todos los días compraba el pan para dos casas: “Mi mamá vive a la par de ellos. Alejandro nunca falló comprándole el pan a Mami y a mi tía (la esposa de él). Y eso, ya no más”. Su familia lo recordará por siempre.