Jovencito, se le murieron dos tíos. El diagnóstico fue cáncer hepático, y escuchó la frase: “Nada se pudo hacer con ellos”.  Andrés Alvarado tenía 11 años de edad, escuchó esto y en su cuarto concluyó algo que lo marcaría: “Tiene que haber algo que se pueda hacer” y sin saberlo firmó un pacto con la vida.   Hoy es enfermero y asegura que “si tuviera que reencarnar mil veces, mil veces sería enfermero” y sonríe orgulloso.

Y la pregunta cliché ¿Por qué enfermero y no doctor?

Andrés cursaba su tercer año de enfermería, cuando la presión social y su propia familia lo motivaron a dejar estos estudios y pasarse a medicina. “No me gustó. Me regresé a enfermería. Es que para nosotros, no hay que atender enfermos sino personas con una enfermedad y damos respuesta a esa reacción, a esa circunstancia de la persona”.
Sí, él está convencido que en sus visitas a casas de pacientes–es el coordinador del programa de visita domiciliar de la red de salud del INS- ,vale la pena cruzar ríos e ir por trillos desolados, porque él va con los materiales de curación que son necesarios para la calidad de vida de ese ser humano. Pero además  se va a encontrar con alguien que vive una situación de salud adversa y con una familia que ha visto alterado su día a día, sus planes y algunos sueños.

¡Y corra!

Son las 3:30 de la mañana. Andrés va en su carro con varias misiones:  pasar a Cañas, hacer visitas de pacientes en sus casas; dirigirse a Liberia a visitar otros pacientes; y luego apurarse y llegar a la Frontera Norte a entregar un medicamento que se le acabó a un paciente y le urge.  Esto último no estaba agendado. “Este señor no tenía pases para venir a la cita a San José y necesitaba sus medicamentos”.  Esto lo supo Andrés días antes de esta gira y entonces programó la entrega con la visita a la zona de Guanacaste.  En la zona fronteriza se vieron y entregó  los productos, ya que enviarlo por encomienda salía caro.  “Ser enfermero es ser un profesional de salud actualizado, al tanto de tratamientos y terapeúticas novedosas, con alta afinidad por la parte humana. Uno no ve en la persona que atiende un diagnóstico sino un ser humano”, afirma.

La milla extra

Este es Andrés, que confirma que la enfermería no es la típica inyección en la mano, ni los zapatos blancos. Es también recibir una llamada de una familia de zona rural donde se acaba de morir una madre. “Vea qué curioso porque ella cuidaba al hijo que tuvo un accidente y que a mí me correspondía visitar en la casa. La señora se descuidó la diabetes y la hipertensión. Finalmente ella murió en un hospital. Los hijos me llaman y me dicen que si les ayudo con los trámites para sacar a su mamá de ese hospital. Y claro que lo hice. Lo necesitaban aunque ya no tuviera que ver ni siquiera con el muchacho accidentado en su tratamiento”.
Esa milla extra son jornadas largas, muchos kilómetros recorridos;  es la ruta que viven los apasionados. Andrés representa el  conocimiento, la atención, el respeto por el dolor y sobre todo la palabra misión hecha verbo.
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Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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