Ser emprendor es una mezcla entre pasión, riesgo y necesidad. Hoy hablaremos de una mujer emprendedora, cuya historia también tiene el ingrediente del amor; de hecho su historia empezó en ese punto.
Su negocio surgió de una necesidad de estar más con su hijo mayor, quien presentaba algunos problemas de aprendizaje. La señora creatividad fue su mejor amiga y jamás la ha abandonado. “Empezamos en la sala de la casa cuidando 6 chiquitos”. El tiempo pasó y cuando creció construyó un centro infantil donde se garantiza la educación de los niños. Crecieron y hasta compraron otra casa para vivir porque, con el paso del tiempo, en la que empezaron el negocio, llegó a ser más el área de trabajo que espacios para vivir como familia.
Eso si, se necesitaba dinero para ampliar la estructura física y en ese momento Elena tocó puertas, estudió el mercado crediticio y concluyó que COOCIQUE era la mejor opción. “Fue como pedirle prestado a mi mamá”, dice sonriendo.
Inspiradora, esta emprendedora de lujo se llama Elena Marín y nos enseña que la fe y el amor deben circular por la sangre de quienes pretenden salir adelante y seguir permanentes y fuertes en sus negocios.