La vida me trae a esta mesa donde me tomo un café con una mujer joven nicaragüense sumamente agradable.

Lo que ella hace en Costa Rica es lo que la mayoría de sus compatriotas:  huye de la violencia atroz y busca paz para ella, su esposo y su hijo de 4 años.

Me queda claro el por qué de su búsqueda, con la anécdota que me cuenta:  el hermano menor de ella estaba en la Universidad en Nicaragua. Se unió al movimiento de protesta contra el Dictador Ortega.

Daniel Ortega

Daniel Ortega

Un día, el jovencito de 19 años regresaba a su casa en motocicleta y dos policías lo sorprendieron de la manera más violenta que pudieron en ese momento:  al pasar la moto por una calle, lo estaban esperando. Alzaron una cuerda, cada uno tomándola de un extremo, lo que tumbó al suelo al joven. Perdió el conocimiento y por la caída estrepitosa hoy los médicos han dicho que es probable que pierda su pierna derecha, pues la agresión fue letal y poco se puede hacer.

Aquella tarde la ambulancia se lo llevó y nadie en casa sabía qué le había pasado ni por qué aún no regresaa de la universidad.

La mujer me cuenta que su hijo tenía 3 años y observó cuando a los días su tío entró por fin a la casa, lleno de vendajes, moretes y sin poder caminar. Les relató el infierno vivido.

Mi niño escuchó que los policías le hicieron eso.  Todos lloramos de ira pero también de impotencia.  Cuando nos vinimos a Costa Rica, un día mi hijo y yo nos topamos unos policías en San José. Mi niño empezó a gritar como loco, decía que no le hicieran daño.  Los policías pensaron que yo le había hecho algo y les expliqué.  Mi niño me tiró los brazos. El les preguntó ¿Por qué los policías son malos?.  Ellos le explicaron que él no tenía que temer. Mi hijo poco a poco se calmó.  No pensé que él se hubiera grabado el relato de mi hermano contando lo que le hizo allá en Nicaragua la propia policía”, me dice limpiándose las lágrimas.

“Estamos matándonos entre nosotros mismos. Allá no se puede vivir”, concluyó con su último sorbo de café.

Nicaragua ha dejado de ser noticia. Pero para esta mujer su hermano que está amenazado de muerte por el régimen de Ortega, puede perder la vida en cualquier momento. 

La paz es un tesoro invaluable. La paz vale seguir sobreviviendo o irte de tu propio país.  La paz…cuántas veces hay que decir GRACIAS por tenerla y que no se nos vaya de las manos.

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Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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