En el planeta de los emprendedores el invierno es muy invierno. Las ráfagas de números rojos te quieren congelar el alma y no hay abrigo capaz de calentarte. Pero como sucede siempre, el invierno pasa. Lo analizas y ves dónde estuvo mal tapada la ventana y en cuál hueco del techo se te metieron tantas gotas que te quisieron inundar de desesperanza la casa que has construido con tanto amor.
El emprendedor no puede darse el lujo de verse como víctima. En todo caso sería víctima de su propia decisión de haberse puesto a emprender y una vez navegando en esas aguas ya no hay derecho a echarse culpas. Tenés que echar para delante.
El emprendedor tiene todo para ser exitoso y todo para fracasar. El decide hacia dónde caminar y cómo definir ambas palabras porque yo he caminado hacia las dos direcciones y me he llevado sorpresas. Éxito es algo pequeño que te abraza en soledad cuando ponés la cabeza en la almohada, que te hace sentir tan fiel a vos misma que nadie te gana; es la dicha, es el paso, es hacer camino a tu manera, a tu estilo, con el ritmo de tu corazón y la velocidad de tu mente. Fracaso es algo del tamaño que quieras, suele pesar mucho y también te abraza pero hay que despedirlo porque nacimos para aprender, no para abrazarnos a lo que no se pudo.
Los emprendedores no somos más fuertes que los que no lo son. Somos igual de apasionados que los demás, pero hay algo en lo que nadie nos gana: somos persistentes, debemos serlo. No nos queda de otra. Vivimos para verle a cada día su ganancia, su sonrisa, su satisfacción, porque el emprendedor es empleado de sí mismo, jefe de sí mismo y le debe cuentas a su propio sueño; tiene un alcance espectacular en su crecimiento personal. Debe verse todos los días al espejo y felicitarse y si es necesario, regañarse. De ahí que arma su equipo de trabajo con absoluta esperanza e inspiración.
Por eso no todos nacen para ser emprendedores. El mundo vive aplaudiendo los buenos resultados, pero los emprendedores creemos en los buenos procesos y los disfrutamos; la meta, el logro, ya llegará. La raza de los emprendedores está preparada para el frío congelante pero cuando hay sol, qué belleza! Respirás y sentís el viento, y celebrás la libertad, el coraje y la locura; celebrás las ideas, los amigos que te acompañan, la gente que cree y hasta celebrás las voces de desaliento que murieron en el momento en que quisieron entrar por tus oídos.
En ese punto somos felices y sabemos que todo ha valido la pena.
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