Durante años sentí que mis ganancias estaban un poco por debajo de la cantidad de trabajo que tenía. Pero yo feliz. Estaba realizada con lo que hacía, aunque en el fondo una vocecilla decía que podría estar mejor.
Entonces descubrí el mejor negocio: saber cuánto valgo.
No en términos de dinero sino cuánta abundancia merezco por ser emprendedora, guerrera, agerrida, luchadora. Y ahí cambió la cosa.
Cuando renuncié a mi trabajo de 2O años y puse mi propia empresa me costó saber qué precio le pondría a mis talentos. Me era difícil cuantificar lo que tanto amaba hacer y entendí que esto tiene un costo y había que cobrar.
El mejor negocio no estuvo fuera de mí sino dentro. Entender que mi oficio hay quienes lo hacen de forma mediocre, mientras uno se desvela por hacerlo excelente. Comprender que una idea y su ejecución, tienen un valor. Y que hay quien está dispuesto a pagar por ello, porque saben igualmente que merecen que se les dé lo mejor.
La modestia que había en mí, no me dejaba ver cuánto valía.
La humildad me permite agradecerle a Dios todo lo que ha puesto en mi mente y en mi corazón y la sabiduría que se adquiere con los errores y los aciertos me permite saber que debo cobrar por eso.
Repito, el mejor negocio que he descubierto es saber cuánto valgo, creer en mi trabajo, cobrarlo justamente y agradecer. Esos 4 pasos me han hecho no sólo plena sino justa conmigo misma.
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1 comentario
Me pasó -más o menos- eso, pero nunca lo había analizado desde ese punto de vista, gracias por compartir y ayudar a muchos (como yo) a comprender mejor lo que sucede a su alrededor para que así lo podamos potenciar.