No, nunca nos había pasado. Un día del padre sin reunirnos todos o pasear para decirle a Papi que Dios se pasó de bondadoso dándonos este papá hermoso que tenemos (y ya tiene 91 años!).
Pero por dicha, el cerebro es neuroplástico, cosa que significa simple y llanamente que tiene toda la capacidad de adaptarse, aprender, mejorar. Esta vez, con pandemia, hay que utilizar estas capacidades al máximo.
Una señora comenta en el salón de belleza (donde estábamos solo 2 clientas, a distancia), que para celebrarle a su esposo solo invitó a 10 personas. Sólo a 10!.
Yo me quedo muda, lamentable decisión la mía de quedarme callada porque creo que “no me tengo que meter en lo que no me importa”, pero el Coronavirus nos importa a todos.
La burbuja de amor, como le digo a mi hija menor, tiene que hacernos entender que en tiempo de pandemia, hay muchas cosas distintas. Las burbujas son como nidos de un mismo pajarito y no se puede volar a otro nido sólo porque ahí están las personas que amamos. Hay que esperar para volar y el día que podamos, lo celebraremos maravillosamente.
Básicamente no cambian los sentimientos, pero sí la forma de expresarlos.
No cambia el amor, pero sí el contacto físico con quien no vive en nuestra casa. No cambia la alegría, pero sí la forma en la que la demostramos y ahora es con una llamada o haciéndole un dibujo que enviemos a un ser querido que esté de cumpleaños por ejemplo…
En este día del padre, el mejor regalo es el cuidado.
Habrá muchos nietos que quisieran ir donde los abuelitos, pero hay que explicarles.
Como aconseja el PANI, no obviar que los niños “entienden” o peor aún suponer que a ellos “no les interesa que les expliquen”. Toca decirles, este año que la mejor forma de celebrarle al abuelito es usando la creatividad: una cartita, un dibujo, una canción…
El mejor regalo, en tiempo de pandemia, es respetar la burbuja. Por dicha, las palabras de agradecimiento sí pueden salir de ella, traspasarla y llegar al corazón de los que amamos.