Irwin Sánchez se subió ese día al carro nuevo de su hermano. Tenía 18 años, el hermano 20. Los dos jovencitos ignoraban que un tercer pasajero iba con ellos.
Avanzan en la calle y en segundos un conductor borracho los choca con tal fuerza, que el hermano de Irwin, que iba conduciendo, pierde el conocimiento. Irwin está consciente de todo pero falta lo impensable: el borracho trata de huir y en vez de poner la marcha hacia adelante, pone reversa. Vuelve a chocar con ellos y esta vez en cuestión de segundos una chispa logra que el carro estalle. Así como suena. Película de terror, insospechada, macabramente escrita por el tercer pasajero.
En medio de las llamas, Irwin trata de abrir la puerta de su hermano pero no puede. Vuelve a dar la vuelta y lo hala duro pero no lo está logrando. El humo, las llamas, falta oxígeno…Irwin se desmaya dejando dentro del carro la mitad de su cuerpo. “Una mitad, desde mi cabeza hasta la cintura, quedé adentro y la otra mitad afuera. Me estaba quemando hasta que el tío de un amigo que pasaba por ahí me haló. Eso me tiene aquí, pero no es coincidencia o suerte de que él pasara. Es que Dios tenía un propósito para mí que en aquél momento, por supuesto no entendí. Le reclamé, le dije “Si me amaras, pero no me amás. Si me amaras jamás hubiera pasado esto”.
El tercer pasajero se encargó del hermano de Irwin. La muerte lo abrazó y se lo llevó. Así que, el sobreviviente era básicamente un joven de 18 años deformado por las llamas y con las esperanzas hechas polvo. “Me hicieron 80 operaciones y 110 injertos. Me reconstruyeron los párpados. De las piernas tomaron piel. Me cortaron los dedos porque se estaban gangrenando. Las curaciones eran tan dolorosas, tan dolorosas…(hace silencio) no te imaginas”, dice recordando.
El joven tenía todos los NO ganados en su vida. “Me veían con cara de pobrecito, y la gente se asustaba al verme. Tenía que ganarme la vida entonces lavaba carros, hacía mandados porque ninguna oficina me daba trabajo. Pero un día dije quiero hacer un libro donde cuente lo que me sucedió. Y lo hice en Venezuela. Luego se me ocurrió que lo quería vender en Estados Unidos, traducido al inglés. Un amigo me dijo que primero habla una foca a que yo pudiera hacer eso. Un día agarré el teléfono y le dije “¡Hola! La foca habló.”
Con el paso del tiempo, Irwin Sánchez se hizo cada vez más reconocido y en este momento, con 56 años de edad ya tiene a la venta su tercer libro en inglés y en español. Pero antes de ser el motivador que ha viajado por toda América, reconoció que las quemaduras de su alma fueron sanadas. “Dios me dio la segunda oportunidad. El me bendice todos los días. Me dio una esposa, 4 hijos y 8 nietos, divinos!. Soy feliz y sé que hay un para qué en todo esto. El propósito es que le tengo que decir a todos que crean en sus sueños. Alejen de sus vidas a los que les dicen que no se pueden lograr. Lo que los demás vean imposible, ustedes véanlo posible. Declárenlo. La palabra tiene poder. Declaren que sus sueños pueden hacerse realidad porque si lo declaran, se harán”.