Periodista Wendy Arias
Empezó con par de cervezas, luego cuatro, más tarde ocho, a los años ya no había un número definido de cuanto consumía y mucho menos, de qué tipo de licor ingería. “Tenía 19 años cuando mi esposo murió, empecé a trabajar para mantener a mis hijos. Pero siempre estaba ansiosa, conocí a un amigo y con él empecé a tomar. Al principio controlaba mi manera de beber, pero con los años la adicción me controlaba a mi”.
De un bar a otro, así transcurrieron 20 años, hasta que un día doña Ania Mora, despertó en lugar desconocido sin saber el por qué estaba ahí y mucho menos cómo llegó. En ese momento, decidió dejar de tomar…pero fuera de su casa. La enfermedad del alcoholismo la seguía consumiendo y convirtió su hogar en la guarida perfecta para esconderse de las personas, pero no de la adicción.
“Me despertaba en la sala de mi propia casa, en la cocina o el pasillo, toda tomada. Bueno es que ni yo me reconocía. A los 40 años intenté dejar de consumir alcohol y me mantuve sobria por cinco años, yo pensé que ya lo había logrado. Pero la adicción se adueña de uno y lo destruye poco a poco. Sin darme cuenta recaí. Para ser sincera, en el último año no tengo ni idea de cuanto licor consumí”.
Esta mujer de 49 años, había perdido la fe en si misma, creía que la adicción había ganado la batalla, pero no fue así. La vida le planteó una segunda oportunidad para demostrar que si se quiere, se puede. Hace un mes que decidió recuperarse, aceptó su enfermedad, se informó sobre ella y camina de la mano de especialistas.
“Este padecimiento se lo roba todo. Me quedé sola, sin la confianza de mis hijos, sin mi familia. Sin mí misma. Pero aquí estoy en pie de lucha y primero Dios yo voy a vencer la adicción. Voy a demostrarme a mí misma que puedo y luego a quienes les debo mucho, a mis hijos. Usted no sabe la felicidad que yo sentí este 25 de setiembre, mis muchachos llegaron al centro de rehabilitación con un queque y pizza para festejar mi cumpleaños, pensé: ¿Cómo es que yo soy merecedora de tanto?”- limpia un par de lágrimas, sonríe y se llena de fuerza para seguir contando su historia- “Ya la adicción no me va a quitar más nada, yo voy a controlarla. Ojalá la gente entendiera que se es alcohólico porque hay una enfermedad no por sinvergüenzada”. Finaliza.
Ania asegura que el estereotipo social, el señalamiento sin compasión y la falta de una mano amiga son los principales problemas que enfrenta una persona que padece el alcoholismo. Sin embargo, esto no le roba las ganas de recuperarse.
“El primer paso es aceptar la enfermedad y perdonar el pasado, luego vivir el día a día y construir el futuro. Tengo un mes de estar sobria, para mucha gente esto es poco, para mi es como haber ido caminando a China ida y vuelta 30 veces. Esto es un paso enorme y es solo el comienzo, no va a ser fácil, yo sé, pero voy a mantenerme en este recorrido que primero Dios, pronto sumará años controlando la adicción”, concluye con una sonrisa llena de esperanza.