Zulma Badilla González, es modista, profesora de Corte y Confección y poco a poco se ha ido especializando hasta ser una Licenciada en Diseño de Moda. Estudió en en el Colegio Técnico de Parrita y luego Alta Costura con Loly Verona de García. Trabajó como patronista en el Departamento de Diseño en Dimensiones Well y luego en Eiffel.

Ella vive de la costura y lo sabe porque cose desde los 11 años cuando aprendió a usar su primera máquina. Su papá vendió una vaca para podérsela comprar. Cuando se hizo mayor de edad, nunca dejó esta carrera. Siempre fu su primera y mejor opción. Ya tiene más de 30 años de coser.

Para Zulma, la costura tiene una gran ventaja: se puede trabajar desde la casa sin descuidar a la familia y hay una función social que cumple: si por la talla no se consiguen prendas, ahí está la costurera que resuelve y no solo lo que uno se pone, todo lo que se usa en casa que requiera un hilván, una reparación. “La costurera da un gran servicio a la comunidad y lo hace desde el anonimato porque el que se luce es el modelo. Yo hoy enseño a muchas mujeres a coser y eso significa poner pan sobre la mesa”, dice orgullosa.

Veo, veo…

En su mesa de trabajo hay mil maravillas: botones de colores, agujas y alfileres, patillas para la máquina, aceite, hilos, retazos, mostrarios, figurines, centímetros, lentejuelas, lupas, lapiceros, libreta, una caja para el dinero y muy buena disposición.

No sé con cuántas señoras costureras ha topado usted, pero yo siempre me he encontrado muy buena disposición, una gran creatividad y sobre todo una mirada atenta para resolver problemas, pues los que pensamos en algún traje, un arreglo o ajustar alguna prenda, no necesariamente sabemos el trabajo que implica.

Discretas como un amanecer, nunca comentan lo gordos o flacos que estemos, si nuestras medidas son proporcionadas o si dan una cifra rara como la placa del carro.

Silenciosas, toman apuntes, miden altos, largos, anchos y a los días avisan que vayamos a tallarnos la prenda para hacer el retoque final y los últimos ajustes para que quede perfecta.

“Se reciben costuras”

Por la abrumadora ola del progreso y la proliferación de modas americanas, chinas y colombianas, no es difícil vestirse a bajo costo.

Ya se sabe que las personas invierten en ropa lo que sea y para rodo ser humano andar bien vestido es importante.

En Costa Rica ha sido siempre un detalle de decencia, educación y hasta de estatus, pero por la necesidad (diría mi abuela) he visto aparacer de nuevo en las ventanas de las casas un rotulillo que me llena de resperanza: “Se reciben costuras”.

Empujadas por la necesidad de traer un ingreso adicional a casa, las costureras han vuelto a la comunidad y es como si no se hubieran ido nunca. Porque siempre hay un ruedo que subir, las prendas buenas se reparan y el país entero ha entendido la necesidad de no botar tanto y de recuperar más.

Hoy por hoy, la costurera se levanta en medio del griterío de la modernidad y toma sus medidas para que salgamos de nuestro hogar, pobres pero honrados, “prendiditos” y como un ajito.

Y el traca traca de la máquina sigue dándole hasta encontrarse con la madrugada, porque la prenda debe estar lista, vien la clienta o el muchacho precisados a recoger el encargo.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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