La ráfaga de balas que salía de las AK.47 tienen un sonido que jamás olvidará este hombre que tengo frente a mí. Bajito, moreno, a sus 43 años, este taxista fue protagonista de una película de terror para la que nadie está preparado. En este 2015, el país entero se conmovió cuando fueron divulgadas imágenes de un ataque pocas veces visto en Costa Rica, al estilo Al Capone en los peores años de Chicago.
Aquél 9 de Octubre, a las 7 de la mañana fue llamado para hacer un servicio cerca de su casa, en San Francisco de Dos Ríos. “Yo llegué, normal y se subió un hombre que prefirió ir en el asiento de atrás y una mujer que se sentó a la par mía”, recuerda.
No había recorrido 100 metros cuando frente al taxi se detiene un auto de donde salen 3 hombres con ametralladoras y empiezan a dispararle. El taxista ignoraba que su pasajero era un sicario, ligado con más de 15 muertes y la mujer que lo acompañaba era su pareja.
“Lo único que acaté fue ponerme el brazo derecho sobre la cara, para taparme. Yo en voz baja decía Dios no quiero morir, no quiero morir, por favor no me deje morir”, recuerda con la mirada clavada en el recuerdo.
El ataque se registró en la cámara de seguridad de una casa y según este video la ráfaga duró 9 segundos, durante los cuales fueron disparadas más de 100 municiones.
Las balas le pulverizaron el hueso del brazo derecho. Nada más. Sí, nada más porque era más fácil morir que contar el cuento. “Es una bendición, para valorar más cada día que uno amanece, la familia”. Para este padre de 3 hijos, Dios le concedió la vida porque “El todo lo hace bien. El sabrá por qué me habrá dejado en este mundo”, concluye con una sonrisa de gratitud.