Periodista: Wendy Arias
Se preparaba para recibir a su primer hija, se trataba de un embarazo saludable y sin complicaciones. No obstante, un pequeño bulto apareció en su pecho derecho al cumplir los ocho meses. Una revisión médica diagnosticó una mastitis (inflamación de la glándula mamaria), por lo que no hubo alerta alguna.
Como toda madre ilusionada, Cintia Maroto disfrutaba de su pequeña, sin embargo, no podía amamantarle del mismo pecho que había sido revisado meses antes por falta de leche. Continuaban diagnosticando una mastitis, hasta que dos meses después del nacimiento hubo otra evaluación médica. Fue ahí, cuando llegó la noticia que cambiaria la vida de esta mujer que cumplía los 30 años.
“Me hicieron exámenes, ultrasonidos y biopsia, era cáncer de mama muy avanzado. En el minuto cero que me dijeron de que se trataba, pensé: voy a morir y mi bebé apenas tiene dos meses. Fue muy impactante, una cree que nunca le va a pasar algo así, pero esta enfermedad no tiene restricción, de edad, clase social o nada, debemos entender que nos puede pasar y por eso debemos cuidarnos. Me sentí triste, con sentimientos encontrados, pero tenía a mi hija, a mi esposo, a mi mamá, familiares y por supuesto a mi misma. Así que me dije: no hay tiempo que perder, es hora de amarrarse las tenis y luchar, gracias a Dios lo hice”.
Cintia tenía un tipo de cáncer de crecimiento rápido. Al ser diagnosticada, el tumor media dos centímetros y a las dos semanas ya tenia un tamaño de cuatro centímetros y medio. Por esta razón la quimioterapia fue aplicada de lo antes posible y tuvo que suspender la lactancia.
“No poder darle pecho a mi hija me dolía más que el tratamiento tan fuerte. Además iba a tener que dejar mi trabajo, cambiar mi rutina, sentí que todo me era arrebatado de una sola vez. Pero tenia que empoderarme, me decidí a recuperar cada cosa a vivir esta etapa del cáncer con fe y optimismo. Entendí que no dar de mamar, no eliminaría el lazo de amor que nos une que me une a mi hija”.
Fueron seis meses de quimioterapia, una mastectomía y radioterapia, más de un año de persistencia, lucha, lagrimas y sonrisas, hasta lograr ganar la batalla.
“El cáncer de mama es doloroso, no niego que muchas veces se llora y eso no esta mal, pero hay que lavarse la cara, levantar y seguir caminado. Puedo decir que el hecho de ser madre y aferrarme a vivir esta etapa, minimizaba los síntomas, gracias a mi hija descubrí mi padecimiento y ella fue mi motor de lucha. La etapa de mi enfermedad, me enseño el verdadero significado de vivir, vivir es sonreír, llorar, amar, crecer, es constancia. Soy otra yo, hasta yo misma me sorprendí al descubrir de todo lo que soy capaz”.
Actualmente, Cintia asiste a control cada tres meses, sigue disfrutando de ver crecer a su hija de dos años y de su matrimonio. Además, tras mas de un año fuera de su oficina, este lunes volverá a su trabajo, una razón más para sonreír. Asegura que el pensamiento que alguna vez tuvo de que se le había arrebatado todo, fue erróneo, pues sabe que todo lo tiene, con creces y más aprecio.