Periodista: Wendy Arias
Un sangrado constante durante poco más de 15 días la hizo visitar al médico, desconocía las causas, pero le asustaba, su periodo menstrual nunca había durado tanto.
La felicidad invadió todo su ser cuando aquella prueba de embarazo indicó que el resultado era positivo. El amor más puro y sincero se despertó en su corazón desde el momento en que se dio cuenta de que había un pequeño ser creciendo en su vientre. Sin embargo, hubo un sentir que ganaba terreno, el miedo a nunca poder tener a esa personita sobre su pecho, la angustia de no poder acariciarle o darle un beso cargado de ternura.
El doctor tenía una dolorosa noticia que acompañaba a ese “estás embarazada”. Aquel sangrado que la había llevado hasta la sala de hospital anunciaba el riesgo de pérdida. Fue así como María Ríos de 20 años, experimentaba la felicidad y el temor al mismo tiempo.
“El médico me dijo que el desarrollo del embarazo era complicado. Sumaba apenas unas ocho semanas, pero yo ya quería a mi bebé, el verdadero amor se despertó en mi corazón. Cumplí con el reposo estrictamente, a los ocho días fui a revisión y fue ahí donde el corazón se me desgarro. Se me fue de las manos sin haberlo tenido en ellas. Yo lo deseaba, pero Dios tenía otros planes”.
El aborto espontáneo o no provocado no se pudo impedir. Las causas no fueron claras como en la mayoría de estos casos. La única explicación médica señaló que generalmente estos abortos son provocados por problemas genéticos o dificultades relacionadas con el desarrollo del embrión. Lo cierto es que pueden volverse una experiencia difícil para las mujeres que lo han enfrentado, como María.
“Me quedé con muchas emociones por resolver, sobre todo porque es algo que viví completamente sola, sin mis padres o compañero sentimental. Pensaba en esa personita que habría sido mi consorte por siempre. Yo sé que hay gente no entiende porque se sufre tanto por alguien que apenas empezaba a formarse, pero solo las que hemos pasado por esto, deseando ser madres, entendemos el dolor que se siente, porque en tan poco tiempo yo le amaba. Dios es el único que da la fuerza para aceptar su voluntad”.
No ha sido un proceso fácil para María. Algunas veces se desliza una lagrima sobre su mejilla y con el pecho apretado se pregunta ¿Cómo estaría su pancita en este momento?. Sin embargo, para esta esta joven mujer, estancarse ante una aprueba de la vida no es una opción. Lleva paso paso la terea de sanar su herida, sin dejar de lado su trabajo y sus estudios.
Con una luz especial en sus ojos, asegura que espera con ansias el día en que pueda volver a quedar embarazada, ver crecer a una persona dentro de su vientre y darle todo el amor que tiene acumulado. María, asegura con toda convicción, que siempre estará en su mente y alma que es madre de un ángel que brilla en su corazón y le acompaña desde el cielo.