Periodista: Juan Manuel Fernández
“Quizás este no es el trabajo que me ayuda a mantenerme, pero nos lo han enseñado de generación en generación. Yo lo traigo en la sangre”.
Gloria Estela
Así se expresa con orgullo la tejedora guatemalteca Gloria Estela García. Ella es una indígena maya proveniente de Santo Domingo Xenacoj, a 40 kilómetros de la Ciudad de Guatemala.
Devana hilos desde los 5 años en un telar de pedal. Conversamos en su segunda lengua, el castellano, porque su idioma madre es el Kaqchikel, una de las 21 lenguas indígenas que aún sobreviven en Guatemala.
“En los pueblos tenemos muchos problemas económicos, pero cuando nos metemos a trabajar en el tejido, se nos olvida todo, y a la vez nos sirve para alimentar nuestra alma, la cosmovisión, todo lo que nos rodea…”
El departamento de Sacatepéquez, donde vive, es eminentemente agrario. Los paisajes verdes son la inspiración de estas tejedoras. “Los árboles, las flores, los pájaros, todo se lleva adentro del tejido” narra Gloria Estela, quien además es madre de siete hijos.
Ella integra la Asociación Femenina para el Desarrollo de Sacatepéquez, que desde mayo pasado presentó un recurso ante la Corte Constitucional del país.
En esencia, los indígenas mayas buscan que se les reconozca la autoría de los diseños de cuanto producto llevan las telas autóctonas. Sus telas. Desde suvenires hasta zapatos de diseñador.
Así, buscan que se cree una licencia donde las empresas y el Gobierno mismo tengan que pedir autorización para comercializar cualquier símbolo que pertenece a sus pueblos desde tiempos prehispánicos. “Somos las que aportamos el arte por el que los turistas vienen a Guatemala” argumenta García.
Cifras de la Asociación indican que en la elaboración de un güipil –ese atuendo sin mangas utilizado por las mujeres indígenas con bordados típicos y hecho a base de algodón– se puede tardar hasta 3 meses, y el pago que reciben es de aproximadamente 25 dólares.
Elvia Modesta
Elvia Modesta viene desde San Antonio Aguas Calientes, también en Sacatepéquez. Es versátil porque diseña desde güipiles, hasta centros de mesa, adornos, servilletas, chales, telas para almohadas o cubrecamas.
Inició a tejer a los 18 años y lleva 30 en el oficio. Tiene cinco hijos y es instructora en la escuela de la Asociación para enseñar a las más jóvenes a tejer, un arte que sienten se está perdiendo por la misma situación de subsistencia.
“Tocar, desatar y tejer es algo que nos ayuda a relajarnos y a distraernos de los problemas que uno tiene como mujer. Los hilos y los colores, la ayudan a una a relajarse”.
Cuenta que, dependiendo del estado de ánimo, así salen los colores. Si la mujer está triste cuando trabaja, sus combinaciones y colores escogidos serán fríos. Si está alegre, también se reflejará en los vivos diseños de sus dedos.
Angelina
Es una de las líderes de las 300 mujeres que están buscando la legislación a favor de la propiedad intelectual de los pueblos mayas. Recalca que desde que uno llega al Aeropuerto de la Aurora (en la capital de Guatemala), lo primero que ve es el rostro de una mujer. De una indígena maya, incluso.
“Nos indigna mucho ver cómo empresas nacionales y extranjeras, ajenas a nuestra cultura, comercializan nuestros tejidos sin reconocer el origen. Hay una apropiación cultural y una mercantilización de nuestro textil” reclama.
Angelina Axpuac es bordadora. Viene de Santiago de Sacatepéquez y hace énfasis en que no se trata solo de un tema económico, aunque el sustento de las tejedoras es esencial. “Esto va más allá de lo económico. Las empresas solo lo ven como una pieza para vender en términos mercantiles, para nosotras es parte de nuestra cultura. Hay un valor espiritual, un cuidado de la vida. Cada güipil tiene contiene mucha historia”.
Axpuac fue portavoz de la molestia de las indígenas de este departamento por las personas que les toman fotos, videos y diseños mientras ellas no ven el beneficio económico.
“Hemos preguntado a los turistas, y un gran porcentaje nos dice que viene al país para conocer la cultura maya. Y somos nosotras las que sostenemos la cultura cada vez que portamos nuestros trajes. Así que los pueblos son los autores, y ya es momento de ver esta actividad como una alternativa económica” añade.
El Congreso de Guatemala ya recibió al grupo representante de tejedoras y se pronunció en mayo pasado para que se instalara una mesa técnica, como punto de partida para la creación de la legislación.
La iniciativa de ley incluiría, según comunicó el mismo Poder Legislativo, que se “penalice la violación a la autoría de la propiedad intelectual de los pueblos indígenas y se prohíba la inscripción de patentes en favor de particulares y de empresas que se han dedicado a la piratería y el lucro”.
La Asociación hizo un peritaje antropológico para demostrar que, desde antes de la colonización española, los indígenas mayas utilizaban este tipo de prendas para identificar poblaciones de una determinada comunidad. Esta investigación es el sustento base para probar que la autoría de estas creaciones tiene raíces milenarias.
Mientras tanto, la batalla legal apenas comienza. Al leer estas letras, probablemente muchas mujeres tejedoras están bordando una nueva ilusión. Tres de ellas, nos lo acaban de certificar con orgullo. No se detendrán hasta que las reconozcan por lo que son: artistas.
FOTOS DE LOS DISEÑOS: Flickr: Soyignatius, y julienlagarde