Periodista: Lorena Bogantes

Un miércoles a las 10 de la mañana quedé en visitar el Hogar el Buen Samaritano ubicado en Alajuela, allí podría conversar con Kattia, la administradora, quien me comentaría sobre el trabajo que realizan y además podría conocer las instalaciones y a sus residentes.

Al llegar uno de ellos me abrió el portón y se fue a buscar a la persona encargada en ese momento, saludé a los que estaban afuera, crucé la primera puerta donde había unos seis señores más, uno me estiró la mano y yo le respondí, con la sorpresa de que me acercó a él para darme un abrazo, un laaargo y fuerte abrazo; hasta que salió Erin, una voluntaria estadounidense de 22 años, y le pidió a “Papillo” que me soltara, me presentó con él y los otros residentes e iniciamos el recorrido.

El Hogar el Buen Samaritano tiene 23 años de fundado y es producto de la iniciativa de un grupo de jóvenes alajuelenses, el cual inició brindando ayuda en el día a personas en situación de calle; poco a poco se vieron en la necesidad de dar techo a muchos también durante la noche, y así fue como el lugar adoptó la línea de ayuda que tiene actualmente.

Hoy este centro, ubicado ahora en un edificio que les presta la Iglesia Católica de El Llano, es conocido por acoger a personas con situaciones particulares que por su mezcla de condiciones no son aceptados en otras instituciones de ayuda: en su mayoría son adultos mayores (el promedio de edad es de 60 años), sin familia u hogar, pero que además presentan alguna enfermedad o discapacidad y en ocasiones a esto se le suman problemas de adicción.

Freddy, o más bien “Papillo”, quien por lo que percibí a la entrada, parece ser uno de los más cariñosos del centro, tiene ya 14 años de ser parte de la familia de “El Buen Samaritano”; y así como él actualmente otros 45 hombres provenientes de diferentes partes del país comparten el Hogar. Aquí la ayuda brindada es principalmente de necesidades básicas y no de rehabilitación, sin embargo cuentan con la ayuda de una psicóloga y trabajadora social y a los que pueden los llevan a reuniones de narcóticos y alcohólicos anónimos.

Para subsistir el centro recibe donaciones de vecinos y otras personas que están comprometidas con la ayuda del prójimo; por su parte la ayuda del Estado es mínima pues como mencionaba anteriormente otras instituciones que podrían atender algunos casos no lo hacen por la combinación de situaciones que tiene una misma persona. Únicamente califican, según comenta Kattia, para el IMAS, de donde reciben un depósito cada fin de año, con lo cual llegan hasta mitad de año; además esporádicamente la Municipalidad logra dirigir fondos destinado a la ayuda del centro.

Otros de los obstáculos que se presentan van desde lo difícil que se hace obtener alguna pensión de ayuda para los residentes, o la poca atención a personas con trastorno mental, el sentimentalismo del momento de algunas personas que “ayudan” a alguien yendo a dejarlo al centro hasta el tener que recibir a personas sin una identidad y esto complica la atención en los servicios de salud y otros.

Actualmente están a la espera de aprobación de un presupuesto por parte del IMAS para dar inicio a la construcción de un edificio propio en un lote que pudieron adquirir hace unos años ubicado en Desamparados de Alajuela pues con los años la cantidad de residentes y necesidades aumentan.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

Comments are closed.