Mishelle, la que se transportaba en silla de ruedas, que ya no comía sino que se alimentaba por sonda, y ocupaba una manguerita con oxígeno para vivir, esa Mishelle a la que se le daban meses de vida, ahora más grande y sana cuenta las horas para ir caminando con merienda y feliz, a su noveno año de colegio.
De los 6 a los 12 años, cuando todos los niños lidiaban con el recreo y las notas, Mishelle Coto Arrieta lo hacía con algo que se llama Miopatía congénita mitocondrial asociada con acidosis láctica. Si suena raro, se siente peor, porque los músculos duelen y duelen mucho. Progresiva, dolorosa y sin cura. Esa era su realidad.
“Yo supe que cada día puede ser el último”.
Mishelle es la menor de tres hijas y cuando salió del kínder para entrar a primer grado, la vida la hizo sustituir las clases en el aula por las citas recurrentes en el Hospital de Niños. Lucía así, siempre con una sonrisa a pesar de la silla de ruedas y el inseparable tanque de oxígeno.

“Yo siempre supe que cada día puede ser el último”
Una madre y una hija guerreras
Mientras todos avanzaban en la escuela, Mishelle retrocedía en su salud hoy y mejoraba mañana para que pasado mañana de nuevo retrocediera. Pero los milagros empiezan aquí.
Su madre, Laurens Arrieta nos cuenta: “Para que no se me quedara muy atrás, yo la enseñé a leer y escribir, era como darle clases. Los exámenes de Nicole (la segunda hija), yo se los hacía a Mishelle. Compramos una pizarra y ahí aprendió”, recuerda.
Y el amor fue haciendo milagros.
El papá trabajaba de sol a sol para velar por las hijas y la esposa. La esposa se lanzó de lleno a cuidar a la más frágil de todas; las hermanitas le daban ánimo y Mishelle jamás perdió la ilusión de vivir.
Con el pasar del tiempo, los médicos fueron los primeros impresionados con lo que vieron, porque Mishelle empezó a sanar. “Fue un milagro. Dios hizo el milagro”, asegura la jovencita quien, para admiración de muchos, se graduó con honores de sexto grado a los 14 años.
“Yo siempre le dije a mi hija que la vida es una montaña rusa, que hoy estamos abajo pero mañana arriba y que siempre tenemos que hacer lo mejor nos toque lo que nos toque, hay que salir adelante siempre”, dice Laurens.
Mishelle entra al Colegio Elías Leyva, este jueves, en El Tejar del Guarco y sueña con dos cosas: llegar a ser cirujana y darle a sus papás todo lo que necesiten en un futuro. Esos son sueños a futuro, pero ella afirma con toda autoridad “Lo que tenemos es este día”.
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