Periodista: Ana Coralia Fernández Arias
Miguel Barboza es una de esas personas difíciles de olvidar. Ya con solo pensarlo a usted se le dibuja una sonrisa que es el enlace directo a chistes, dichos, comentarios jocosos, anécdotas, “pachos” y la referencia inmediata a un hombre de trabajo, un periodista que ama su oficio y un ser humano congruente con sus valores.
Yo lo conocí allá por 1979, cuando tomaba mis primeros cursos de periodismo en la Universidad de Costa Rica. Miguel y yo éramos compañeros de clases que tenían pocos estudiantes, porque éramos de los que teníamos que trabajar para estudiar. Por eso, éramos como los Muppets, unos bichos rarísimos, con obligaciones a edades tempranas, historias difíciles y una pasión por ser periodistas que valía el boleto a tanto sacrificio.
Con decirles que yo tenía dos trabajos, uno hasta las 12 de la noche y Miguel trabajaba en una farmacia en el centro de San José. Muchas veces en el mostrador de su trabajo, en medio de olor a alcohol y acetona, nos organizamos para una tarea, un trabajo o una presentación.
Usted también lo conoce.
Lo conoce porque hoy es el director de la revista Sabores y otras publicaciones afines del Grupo Nación, porque la cocina es la otra pasión de Miguel. Y, cuando uno conjuga sus pasiones con el afán de poner pan sobre la mesa, la cosa va bien, sobre ruedas.
Cuando me enteré de que mi amigo de tantos años, estuvo muerto durante ocho minutos en setiembre pasado, me quedé fría.
Es que estamos en una edad, en donde la lista amigos vivos es más corta que la de amigos que han partido al más allá.
Y la muerte, no es que ande rondando, pero de vez en cuando se viene a tomar un cafecito con uno o con los de uno.
Al iniciar esta entrevista le pregunto a Miguel, un hombre básicamente sano, cómo fue que de pronto se vio tan mal. Él lo cuenta así:
“Cuando terminaba de subir las gradas de la oficina tenía que tomar aire, pues me faltaba, llegaba muy agitado y de pronto, empezaba a toser. Me daba mucho sueño y tres veces llegué a tener fiebre muy alta. Un fin de semana en ese mes de setiembre, me puse mal. Mis hermanos me llevaron al hospital Rafael Ángel Calderón Guardia y, para no hacerte el cuento largo, me dejaron internando hasta el 29 de diciembre del 2015, incluyendo un mes completo aislado en la Unidad de Servicios Intensivos, (USIS). Tras muchos exámenes, resultó que yo tenía muy bajas las defensas y esto me afectó los pulmones y los riñones. Fue una crisis bastante fuerte”.
Ya lo dije, Miguel siempre fue un hombre sano, pero como decían las abuelas, solo hay que estar de pie para enfrentarse a una crisis de gravedad.
¿Alguna vez en tu vida te habías visto tan grave?
Nunca, porque he sido muy sano, me alimento de forma muy saludable y camino mucho. Desde que tenía cinco años no como carnes rojas. Mi dieta es muy saludable y creo que esto ayudó mucho a mi recuperación.
¿Es verdad que estuviste técnicamente ocho minutos muerto?
Sí, es cierto. En un traslado de una unidad a otra me dieron dos paros y durante ocho minutos no respondí.
Gracias a Dios, todo ocurrió mientras tenía cerca a varios médicos y enfermeras y enfermeros del hospital Calderón Guardia. A esto se le llama paro asistido y estaba sedado, por eso no se complicó. Ellos hicieron lo imposible para traerme de regreso y lo lograron.
“Ellos terminaron tan agitados como yo. Esto me lo contaron después y no saben aún qué fue lo que hicieron. Lo importante es que tuvieron éxito”.
¿Y cómo se vuelve del más allá?
Bueno, para serte sincero, yo no ví ninguna la luz al otro lado del túnel, pues precisamente estaba sedado, pero esta, mi segunda vida me ha cambiado todo. Mi familia y amistades me cuentan todo lo que ocurrió, pero yo no recuerdo nada.Después de ese evento tan violento durante un mes me alimenté por medio de sondas, y me “manguerearon” dice en forma jocosa- ,tuve mangueras por todo lado. Hasta tenía que orinar por medio de la sonda. Uno de los exámenes que me hicieron fue con una tinta y dicen que mi cuerpo de tiñó de azul, como un pitufo literalmente y luego fue cambiando de color. Alguna gente que llegó a verme, me buscaba y no me encontraba, pues pensaban que era otra persona.
Cuando uno conversa con alguien que ha regresado de la muerte pareciera que este es el tema más importante, pero, no es así en esta ocasión. El tema clave es cómo se vive después de una experiencia como esta.
Miguel, cuando estuviste de vuelta, ¿la vida te hizo un guiño para continuar?
Claro y un gran guiño. Vivo más feliz que antes. Valoro más mi familia y a la gente que me rodea. Cuando salí del hospital, los médicos de la USIS decían que tardaría un año para empezar a recuperarme, pues todos mis órganos o al menos muchos, estaban atrofiados. Pero mi fe en Dios y mi positivismo, le ganaron a este pronóstico. Mi hermano menor Rafael Angel, luchó conmigo y junto a mí. Me bañaba, me lleva al servicio sanitario. Todo me lo hacía él y mis hermanas. Tuve que aprender a caminar. Cuando dí cuatro pasos solo en mi casa, él lloró. Un día mi hermano Jesús me vio orinando ya sin ayuda y lloró de la alegría al verme hacer eso que es tan normal, y que de pronto se vuelve un logro extraordinario. Tuve que aprender a hablar, a comer, a caminar, a manejar, etc. fue un cambio total. Ahora comparto más con mi familia, disfruto mucho mi trabajo, soy más creyente y recibo la Comunión todos los domingos. ¡Y cocino más que antes!. Me gusta preparar el almuerzo para toda la familia los sábados y los domingos que llegan muchos a la casa y eso me hace muy feliz. En casa somos catorce hermanos. Ellos llegan a ver a mi mamá y aquello parece un turno.
Me contaste que estás tramitando tu jubilación, ¿tuvo que ver en algo este percance en tu salud?
No. Creo que Dios me dio una segunda oportunidad para disfrutar más con mi familia. Tengo un lote a lado de mi casa y me dedico mucho a cuidarlo y a sembrar.
Ya este año me jubilo pues yo trabajo desde los 14 años y llego a la oficina a las 5:20 a.m. Me gusta mucho madrugar mucho y al que madruga Dios le ayuda. Si Dios me da vida, el otro año me dedicaré a viajar e incluso, entre mis plantes está ir a Francia con mi gran amiga Pilar Cisneros, que me ha apoyado mucho. No dejó de ir a verme al hospital y a la casa. Todas las semanas me hacía un postre y me lo llevaba. Me preguntaba qué antojo tenía y al otro día llegaba con él.
¿Se da uno cuenta de quién es quién en estas coyunturas? ¿Te diste cuenta de quiénes realmente estaban a tu lado?
Por supuesto. Uno sabe muy bien quiénes son sus amigos y cuáles no. Pero eso es bueno.
El pasado 1 de abril mi hermano escribió un hermoso texto que deseo compartirles: “Hoy es un día muy importante porque nuestro hermano Miguel Ángel Barboza Retana retorna a su trabajo. Fueron meses de enfermedad y recuperación. Miguel luchó para vencer posibles destinos y se negó la posibilidad de dejarnos solos y tristes…”.
¿Qué le dirías a los que viven la vida como si fueran eternos?
Cuando uno está en un hospital, se da cuenta de que la vida dura muy poco. Debemos valorarla. Pero debemos pensar en presente, el futuro no se sabe si viene y el pasado ya pasó. Cada día uno tiene que decir hoy es el inicio de una nueva vida y darle muchas gracias a Dios por porderse levantar y estar rodeado de la familia y de las bellezas naturales.
Y ahora cómo ves a la muerte: ¿es tu amiga, es tu rival, es tu guía a otro nivel?
Yo la veo como una guía. A todos nos llega la hora, por eso, tampoco hay que deprimirse. Gracias a Dios, a mi familia y al equipo de médico y personal de apoyo del hospital Calderón Guardia estoy vivo y por supuesto a la seguridad social del país. Me hicieron unos 400 exámenes sin exgerar. Si yo hubise tenido que pagar, hicimos números y mi paso por el Calderón Guardia no hubiera bajado de unos 150 millones. Gracias a Costa Rica por tener un sistema de salud como el que tiene.