Hay heridas provocadas por una caída en bicicleta, por un corte con la tijera o por un accidente de tránsito; sanan con cuidados y tiempo para dar paso a cicatrices que nos recuerdan que ahí donde están, dolió, mas también sanó. Y existen otro tipo de heridas, esas que no sangran, pero que duelen en el alma y que a veces creemos no sanarán.
Sin embargo, tras un proceso cargado de fortaleza, estas también sanan, generando cicatrices, cicatrices no visibles con las cuales se aprende a vivir.
Esto lo sabe bien Lorena Palma y su esposo David Chacón, quienes llevan consigo el sufrimiento de haber perdido a dos de sus hijos.
“Tenía ocho semanas cuando el médico les indicó que serían padres, al día siguiente de recibir la noticia, un sangrado les alertó y el mundo se derrumbó cuando se les dijo que hubo un aborto espontáneo. Tras un proceso de recuperación, pasaron siete meses y el segundo embarazo llegó. El desarrollo marchaba bien, hasta que a las 29 semanas de gestación, otro sangrado anunciaba que Thyago quería nacer.
Sangrado, mal presagio
“El sangrado fue por dos semanas, era constante, usaba toalla como si estuviese en periodo menstrual. Durante este tiempo visité en varias ocasiones la clínica, pero me decían que era normal y que no había nada que hacer, se limitaban a decir que había que esperar. Una noche era demasiado y el dolor también, así que fui una vez más al doctor. Tenía cuatro centímetros de dilatación, en esta ocasión contradictoriamente, me regañaron por no haber ido antes, cosa que si había hecho. Mi hijo nació, pesó mil gramos y midió 45 centímetros, estaba prematuro, pero crecía bien, con más cuidados, pero bien”.
Trascurrieron 15 días, tanto Lorena como David pasaron las horas en el centro médico pendientes de su bebé. Un día por la tarde, ambos fueron a su casa, ella por un poco de ropa para volver junto a Thyago y él para alistarse e ir a trabajar. Sin embargo, una llamada del hospital les hizo devolverse antes.
Posible negligencia médica, aún más dolor
La noticia que ningún padre quiere escuchar, llegaba para provocar una herida profunda que desgarraba el alma, su pequeño había fallecido.
“Fue un golpe muy duro y traumático, no hubo una explicación solo que murió. Del momento recuerdo poco, porque fui sedada, pero luego fue como despertar dentro de un hueco oscuro y enorme. Como nunca hubo una explicación, pusimos una demand. Tras un largo tiempo y los estudios correspondientes, supimos que Thyago murió de asfixia, pues una sonda se llenó de flemas. -toma un respiro- Esto hace que duela aún más.
La pareja demandó al hospital.
La demanda en proceso
La madre dice con fuerza: “Sí, voy a seguir con la demanda, no porque la herida sane, pues la muerte de un hijo no se supera, se aprende a vivir con ella, pero talvez ayude a tomar conciencia. En cuanto al perdón, creo que es un proceso, yo aún no he podido, lo que hago es reconstruir esa parte de mi que fue destruida y de la mano de Dios y de mi familia lo voy logrando”.
La recuperación no ha sido un camino fácil para esta mujer de 30 años y su esposo de 36, pero juntos han seguido caminando. A los dos meses de la muerte de su hijo, esta pareja logró concebir su tercer bebé.
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Volviendo a sonreír
“Mi princesa Alana es un arcoiris, llegó para llenar de color, esto no significa que la tormenta nunca pasó, significa que la luz apareció en medio de la oscuridad de las nubes. Mi primer bebé, el que perdí en gestación, es una estrella que brilla en el cielo, pues estuvo en mi vientre y ahí plácidamente se durmió; mientras que Thyago es ese bebé ángel que vino para dejarme conocerle y darme una lección de amor. Yo soy madre de dos ángeles en el cielo y de una en la tierra. Debemos aceptar y dejar ir, si se puede volver a sonreir, antes recordaba con dolor, pensaba en él y lloraba, ahora le recuerdo con ternura. Tenemos un grupo de padres llamados Ángeles de Costa Rica. Una cree que nadie puede entender el dolor de perder un hijo, pero somos muchos y conocernos e intercambiar nuestros sentimientos nos hace bien”.
Aitana tiene dos años y cinco meses, a ella le demuestran su amor disfrutando de cada una de cada una de sus etapas, viéndole crecer y mostrándole la vida, le toman de las manos y avanzan juntos. A sus otros dos bebés no les pueden abrazar, pero les llevan en su corazón con un lazo imborrable de amor.
Periodista: Wendy Arias
3 comentarios
Triste…pero una historia que deja grandes enseñanzas especialmente a las personas que hemos experimentado casi lo mismo muy cerca de nosotros….Dios dé fortaleza a estos padres ejemplares….sólo Él puedo ayudarles a superar tanto dolor!!!
Pues si se vive con el dolor…
Es una historia muy triste, y como seres humanos entiendo a los padres y su dolor, sólo espero que se dé justicia, en todo caso delicado siempre existe el riesgo de fallecer, es un hecho que el bebé nació prematuro y en ese estado cualquier cosa podía suceder, y pasó lo lamentable. Sí los padres están totalmente seguros que murió por asfixia, y que no fue causa por la gravedad del niño, estén tranquilos que están haciendo lo correcto con demandar, pero si en sus corazones existe la más mínima duda, por favor, sean valientes y desistan.