Escrito por: Ana Coralia Fernández, periodista.

A propósito de los comentarios hombre-mujer del programa Buendía
En estos tiempos de redes sociales, los grandes medios tradicionales buscan su protagonismo en este, nuestro gran espacio de opinión, saberes y emociones.
Nunca como ahora, los seres humanos nos apropiamos del derecho a la expresión “casi sin filtros”.
Y también, nunca como ahora el axioma “a cada acción, una reacción”, se cumple tanto como en las redes.
Unas veces a favor y otras en contra, lo cierto es que las opiniones llueven y por supuesto, que el fenómeno es muy interesante para quienes buscan en cada segmento puntos de “rating”, atención, discusión, derecho al berrinche y derecho de respuesta.
Oigo con preocupación cuando alguna empresa o medio indica que lo importante es crear polémica y que en las redes sociales lo que importa es el número de clics, likes, emoticones, etc.
Cuidado con lo que pides, porque se te puede cumplir.
Sacar comentarios al aire como el del programa Buen Día de hoy, acerca de lo que debemos hacer las mujeres y el manual de “Cómo chinear a los hombres”, entre otras cosas, más allá del tema de género, las reivindicaciones que hemos logrado las mujeres en la historia y de cómo trabajamos afanosas en beneficio de la pareja, o propio, indigna.
Indigna, porque no se puede abrir la boca sin conectarse al cerebro, porque miles y miles ven estos programas (los sectores más populares por ejemplo) con admiración y creyendo que lo que expresan es santa palabra, pues todavía cala aquella vieja y arcaica idea de que lo que sale en una pantalla o se escucha por la radio, o se publica en un papel, es cierto.
Indigna, porque es una falta de respeto al pensamiento, a la libertad, a una relación de pareja, que sea precisamente pareja. Indigna, porque aunque somos sencillos, debido a la falta de presupuesto en educación, promoción a la lectura y porque creemos que saber leer y escribir nos hace cultos, lo cierto es que no somos tontos.
Y si por las redes vuelan los comentarios sancionando las afirmaciones que se hacen a la ligera (o tal vez solo para subir puntos en las redes bajo la premisa “qué populares somos”) no es necesariamente bueno para un medio que la voz del pueblo a un tiempo se levante porque se siente atropellada.
Despertar, alertar, educar, darle a las personas la oportunidad de formar su propio criterio, es el papel de los medios.
Claro que esta es una idea poderosa y peligrosa, pero no por ello vamos a tirarla a la basura y mucho menos quedarnos callados ante sandeces dichas al garete.
Más cuidado con lo que se dice y se propone, que no todo en la vida es puntos de “rating” y escaramuza.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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