Periodista: Juan Manuel Fernández
Amaba montar toros. En Jalapa, la zona de donde es oriundo (allá por el oriente guatemalteco, a 300 km de la capital), era lo más común entre los hombres mayores de edad: domar al toro y mostrar al pueblo su destreza. Sin embargo, aquél 19 de marzo de 1994, la experiencia no sería divertida como era usual.
El día del Rodeo, unos amigos lo invitaron a montar, aunque él no tenía planeado hacerlo. Aun así, como era lo que le gustaba, accedió. “Mi turno llegó al final, pero algo no salió bien: el toro me golpeó fuerte en el aire, y luego pegué en la orilla del corral. El peso del cuerpo cayó sobre el cuello, y eso provocó una lesión cervical” nos contó él mismo.
El evento lo dejó cuadraplégico y sin movilidad de los hombros hacia arriba. Estuvo en coma por siete meses, durante los cuales su familia atravesó un duro camino que incluyó operaciones y la incertidumbre de si sería capaz de levantarse. Lo fue.
Como el lugar donde vivía no tenía facilidades para personas con discapacidad, optó por dejar sus estudios universitarios de medicina veterinaria.
“Fue un cambio muy radical, pasé de tener una vida que llamamos ‘normal’ a sufrir esta lesión, pero Dios y mi familia me han dado la fuerza para salir adelante. Para mi familia soy un milagro”.
Un milagro que pinta
Incluso con terapia ocupacional y mucha voluntad, hoy, 22 años después, Flavio Calderón Portillo utiliza su boca como instrumento para comunicarse con el mundo. Pero no solo para hablar…
Como no quiso quedarse encerrado en su casa, aprendió a pintar sosteniendo el pincel entre sus dientes. Mantenerse ocupado fue su arma para seguir adelante.
En 2005, viajó a Washington D.C. a través de la Fundación de Artes Muy Especiales, a un certamen de pintura para personas con discapacidad. Su especialidad son los paisajes al óleo.
Su familia se ha unido a partir de lo que le ocurrió. Además de pintar, pasa en los campos de Jalapa, en el oriente guatemalteco.
Pero eso no es todo. Una parte de su tiempo la ocupa dando charlas y visitando personas que han sufrido accidentes similares en colegios y universidades y también a niños especiales.
“Me ha tocado incluso visitar a personas que están físicamente mejor que yo, pero moralmente deprimidas o sin apoyo de sus familias. Yo les digo que Dios tiene un propósito, y por algo estamos aún en este mundo” dijo.
Ejemplo de esperanza
“Si mi historia puede servir de ejemplo para que otro se sienta mejor, yo estoy satisfecho. Y cuántas oportunidades hay ahora para salir adelante… muchas más que hace 20 años… oportunidades para estudiar, hay más equipo, más tecnología. Yo los invito a seguir adelante” añadió.
De hecho, estando uno de sus amigos deprimido, le presentó a otro que también estaba en una silla de ruedas, y éste le enseñó a hacer cosas básicas con sus manos.
Y ese quizás es el cuadro más importante que pinta en sus días… devolver la esperanza a quienes la habían perdido. Las palabras motivan, pero el ejemplo arrastra.