Periodista: Lorena Bogantes

Quizás hace algunos años hubiese sido difícil imaginar que adolescentes de 14-15 años planearan contratar a una persona para asaltar a otra chica de la misma edad; sin embargo, aunque suene como de película, hoy estas cosas pasan, y son parte de lo que se conoce como “bullying” o acoso/violencia escolar.

Ese día en la noche estaba programada una fiesta a la que asistirían muchachos y muchachas de colegio, sería la oportunidad perfecta para “darle un susto”, pero gracias a una de las chicas del “grupo organizador” que decidió no arriesgarse a las posibles consecuencias y más bien buscó alertarla, fue que el asalto no se dio.

La realidad de una puede ser la de muchos

Desde el año anterior, al iniciar su etapa de colegio, “Fernanda” (así llamaremos a la menor para proteger su identidad), comenzó a experimentar lo que representaba ser la persona elegida en aquella ocasión como víctima de un grupo de colegialas que a su criterio tenían problemas de autoestima e identidad y por ello recurrían al matonismo. “Ellas tienen por moda agarrar a alguien diferente cada año para molestar”, cuenta.

En este caso, para iniciar tomaron como excusa que a las dos les gustaba el mismo muchacho y eso no podía ser así, entonces una de ellas aprovechó una reunión social en una casa para drogarla y grabarla en el estado que se encontraba. De esto su mamá se enteró hasta tiempo después. “Yo no le había contado por miedo a pesar de que le tenía confianza”.

De ahí continuaron día tras día con sus ideas para hacer de su vida lo más difícil posible, en el colegio y fuera de él porque además se unían con muchachas de otros centros educativos. Desde pequeñas bromas, el invento de chismes para provocar diferencias con otras estudiantes, la creación de un grupo de whatsapp para ponerse de acuerdo en la forma que la perturbarían hasta llamadas donde la amenazaban con golpearla, matarla y además invitándola a acabar con su vida.

“Una vez me llamaron y una de ellas hacía acento de colombiana y me decía que si estuviera en su país rápido me mataría, pero como no que solo me iba a mandar a golpear… me trataban de prostituta, me decían que yo andaba con todos los del colegio y otras vulgaridades… además me decían que me suicidara, que yo tenía que desaparecer de este mundo.”

Entonces Fernanda decidió finalmente conversar sobre la situación con sun mamá. Se dio cuenta que en ella tenía un apoyo. La madre recuerda: “En ese momento yo me sentí culpable por no saber lo que estaba pasando”. Ya unidas en la misma sintonía buscaron ayuda en la Institución, con la sorpresa de que no recibieron el respaldo deseado y lo que les recomendaron fue que se cambiara de colegio porque ella era la que recién había ingresado.

Sin más remedio ahí tuvo que continuar, pero la seguidilla de actos de bullying fue creciendo y teniendo más y más afectación, a nivel psicológico y por tanto en el rendimiento de Fernanda; hasta que decidieron interponer la denuncia. La sorpresa fue para las madres de las chicas abusivas, no tenían la menor idea de lo que estaban haciendo sus hijas, estaban en shock.

A pesar del llamado de atención todo continuó de la misma manera durante el resto del año y las vacaciones. Desafortunadamente Fernanda al finalizar el año anterior por toda la afectación sufrida no logró ganar todas las materias; para este año ingresó un mes después de haber iniciado las clases, y aunque intentó poner todo su empeño, el bullying continuó siendo parte de su día a día, no aguantó más y decidió dejar el colegio hace unas semanas.

Cuenta su mamá que un día llegó llorando porque la habían ofendido públicamente en una red social. “Todos la molestaron y me dijo que ya no aguantaba, que no se podía concentrar en clase, y hasta se quedaba dormida ya que en las noches no podía descansar, dice que siente que algo le aprieta el pecho.”

“Yo no entiendo cómo pueden ser tan crueles” recalca Fernanda.

Aunque ya no asiste al colegio, Fernanda se sigue viendo afectada en su parte emocional, principalmente si llega a toparse con alguna de aquellas muchachas como sucedió unos días atrás. Se muestra irritada, enojada y afirma que ya no quiere continuar con el proceso judicial pues no desea seguir reviviendo la situación una y otra vez.

En este punto, su madre busca alentarla para acabar de una vez por todas con la situación y como dicen, pasar la página. “Yo le digo que no permita que el daño sea más profundo, que corte con todo, que se quede con una sola amiga y vuelva la mirada hacia otro rumbo.”

Además hace un llamado enfático a quienes tienen por hobbie el bullying que no sean tan crueles, ya que no saben el daño tan grande que hacen. Por su parte, Fernanda está consciente de la ayuda que necesitan estas muchachas y que detrás de ellas debe haber alguna situación que las lleva a hacer eso.  “Yo sinceramente a ninguna de ellas les guardo rencor, ellas necesitan ayuda y también temor de Dios.”

Esto sucedió en un colegio público ubicado en el Valle Central, pero de igual manera situaciones similares se dan constantemente tanto en instituciones públicas como privadas.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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