Periodista: Wendy Arias

Entre su trabajo como maestra de primaria, sacar adelante a sus dos hijos y la separación con su exesposo, ir al ginecólogo, fue una tarea olvidada. Kathia Masis Jiménez, se ausentó por tres años del consultorio médico de este especialista, tiempo suficiente para que una displasia cervical (crecimiento anormal de las células en el cuello uterino) empezara a ganar terreno y poco después le pasara la factura.

Para el 2009 una molestia la hizo visitar al ginecólogo y le recordó la importancia de realizarse el chequeo anualmente. En ese mismo año, se le hizo una operación en la que se extrajo su útero. Todo parecía haberse solucionado a tiempo; sin embargo, un fuerte dolor pélvico y un sangrado constante no cesaban. Su ginecólogo alegaba que estos síntomas eran producto de no haber cicatrizado internamente, pero no era correcto.

“Pasé creyendo ese diagnóstico por tres años, hasta que para abril del 2011, el dolor ya era insoportable y cambié de ginecólogo. Tenía un tumor en el ovario derecho y un cáncer que se expandió hasta la cúpula vaginal, afectando muchos órganos. Una doctora dijo que ya no había nada que hacer por mi. Pero gracias a Dios un grupo de médicos decidió valorar opciones y decidió operarme. Me quitaron vejiga, ovarios, adherencias, bueno, hicieron un combo completo y me sometieron a quimioterapia y radioterapia localizada. Eso si es difícil”, recuerda.

Un mal diagnóstico, la falta de atención a un sangrado recurrente o aguantar un dolor que no se calmaba. Lo cierto es que esta vecina de Guarari, se enfrentó a un tipo de cáncer del que las mujeres no tienen mucha información, esto, a pesar de ocupar el tercer lugar como el más común del país, después del de mama y el de piel, según datos de la Caja Costarricense de Seguro Social.

“Aún recuerdo como lloré, vomité y decaí con la primer quimioterapia. La radioterapia al ser localizada me maltrató muchísimo, se me hizo una perforación en la vagina, por lo que se me salía la orina, usaba sonda y pañal. Pero lo más duro es lo desgastante que es física y mentalmente. También ausentarme por mas de un año de las aulas. El cáncer es difícil, pero soy una mujer de actitud, todo lo puse en manos de Dios, Él me tiene contando la historia. Además mis dos hijos, mis hermanos incondicionales y familia son una ayuda que no se puede explicar con palabras”. Indica con vos entrecortada.

El fuerte tratamiento en Kattia dejó algunas secuelas en esta mujer de 51: un poco de sordera y tinitos (un ruido permanente en su cabeza). Sigue un control médico cada seis meses, pero a pesar de que los especialistas dijeron que el orificio en la vagina no sanaría, sanó, ya no es necesaria la sonda, ni el pañal. Volvió a dar clases de inglés en la Escuela de Guarari en Heredia, trabajo que inició desde hace 13 años, cuando su exesposo abandonó su hogar y ella tomó las riendas de su familia.

“Todas las mujeres deberíamos seguir un control ginecológico constante, no debemos dejarlo en segundo plano. Nuestra salud es prioridad. Ninguna está exenta de esta enfermedad. Una sola pareja reduce el riesgo, pero aún así puede pasar, como a mi. Puedo decir que ahora valoro más las pequeñas cosas de la vida, quiero ver a mi hijos seguir creciendo como personas, llegar a ver nietos y disfrutar cada detalle de la vida, pero sobre todo ser ejemplo para las mujeres. El chequeo ginecológico anual y el cuidado sexual es prioridad. Infórmense y si les toca enfrentar al cáncer de cérvix, véanme sí se puede, estoy sonriendo ”. alega llena de convicción.

Según especialistas, las visitas anuales al ginecólogo deben iniciar un año después de la primera relación sexual, esto puede evitar o detectar a tiempo el cáncer de cérvix, transmitido principalmente por el Virus de Papiloma Humano. Y usted, ¿Ya visitó al ginecólogo?.

 

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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