Fue un jueves y por eso al pequeño Gabriel le tocó ir al kínder en la tarde; a la salida, como es usual, estaban su madre, su abuela y su abuelito, a quien él llama Tito. En una semana cumpliría cinco años y sabía que cuando su tito llega en bicicleta, irán a dar una vuelta, por eso quería montarse rápido, pero antes escuchó lo que decía su mamá quien había visto un aviso del kínder.
“Uy papi, -le dijo ella a su hijo- el día de tu cumple, el 20 de mayo, van a celebrar el día del servidor público y tenés que venir vestido como alguien que sirve a la comunidad con lo que hace, como papá y mamá por ejemplo que somos voluntarios en la cruz roja. Esa es gente que sirve a la comunidad”.
No había empezado a rodar la bici, cuando nuestro pequeño amigo escuchó la pregunta: ¿de qué querés venir vestido? Gabriel tenía muchas opciones, tal vez diría: como papá y mamá o a lo mejor su afición por los carros grandes inclinarían la balanza por ahí, pero no, él tomó una decisión y dijo: “yo quiero venir vestido como mi tito”.
El abuelito de Gabriel se llama Francisco Solano y es recolector de basura en Coronado. Por eso Gabriel lució ese día con un pantalón azul, una gorra del mismo color y una camisa anaranjada con el escudo de la municipalidad de este cantón, vestido de lo que él había decidido.
Había escuchado a sus compañeritos y amigos, unos se vestirán, como efectivamente lo hicieron, de profes, otros de doctor, pero nada hizo cambiar su decisión, él iría vestido como su tito.
Su madre le comentó a la revista lizethcastro.tv que Gabriel admira muchísimo a su abuelo. “Siempre dice: cuando yo sea grande iré a trabajar con mi tito. Para Gabriel para él es una aventura el trabajo del tito de recoger bolsas de basura” nos cuenta Liliana.
Al ver a su hijo ella y Alberto, su esposo, se dicen: “Y pensar que para él no nos daban más de treinta y seis horas de vida”. Y es que el panorama cuando Gabriel nació no era el más alentador. Las convulsiones pasaron a ser habituales y las complicaciones muchas. Aún así Gabriel logró vivir. Aunque a su madre le dijeron que difícilmente hablaría, hoy lo hace sin problema. Ella recuerda que todo el lado derecho de Gabriel estaba inmóvil.
Pero este pequeño gigante es un luchador que vive demostrando su energía. Esa con la que escuchó a sus compañeritos cuando le cantaban en su cumpleaños número cinco, esa que usó para decirle a todos ellos: vengo vestido de recolector de basura y estoy vestido como mi tito.