Periodista: Wendy Arias.
“El cáncer salvó mi vida y dio vida a mi hijo. Lucho por no morir y estoy dando vida”
Con estas palabras de Alexandra Medina, toman sentido aquellas que dicen “el cáncer no es sinónimo de muerte”. Y es que, en esta historia, la protagonista de 26 años de edad, cuenta a lizethcastro.tv cómo en medio del dolor por el diagnóstico del cáncer de mama, llegó la alegría de saber que en el vientre latía el corazón de su bebé, y surgió el rotundo no, a interrumpir su embarazo.
Nos cuenta: “El 15 de julio del 2022 me dijeron que tenía cáncer triple negativo en etapa tres, y doce días después que tenía tres meses de embarazo. Le dije a la doctora: se nos complicó el asunto, y ella respondió hay que abortar. Fue un momento muy decisivo y yo le dije no, continuamos los dos, si alguno se queda en el camino, es decisión de Dios”.
Bebé en el útero y una mastectomía radical
Así empezó el recorrido de madre e hijo, juntos hicieron frente a nueve sesiones de quimioterapia y una mastectomía radical de la mama derecha. A las 37 semanas de gestación, nació Alonso, un bebé saludable y hermoso que este 20 de marzo suma siete meses. Tras el parto, Alexandra recibió diez sesiones más de quimioterapia, 15 radioterapias y actualmente, asiste a control mensual.

Alexandra, no había podido quedar embarazada por padecer de ovario poliquístico. La noticia del bebé, llegó con el cáncer
“Me operaron a los 15 días de que dije continuamos los dos, la doctora conectó conmigo y se volvió un ángel más. Cuando me dijeron que la única opción era quitar mi seno, dije sí sin pensarlo y el día de la cirugía me vi al espejo y le hablé a mi pecho como a una amiga, le dije gracias por todo, pero hasta aquí llegamos, usted está enfermo y ahora tengo un bebé que cuidar”.
¿Perdí el cabello? me seco las lágrimas y me pongo un hermoso turbante morado
Muchas veces, Alexandra se sintió desanimada, sin embargo, su fe y el amor por ese bebé que luchaba con ella en su vientre, la sostuvieron. Secó sus lágrimas, pintó sus labios con algún color fuerte que resaltara su belleza, se colocó el turbante y se puso aretes largos, llenandose de luz, como aquel arcoiris que ilumina con color a un día gris.
“Hubo sesiones de quimioterapia muy difíciles, a mi hijo o a mi nos daba taquicardia y demás. Nos dejaban internados tres o cuatro días, por temor a un parto prematuro, o que nos pasara algo. Pero llegó el día, no puedo ni explicar cuando escuché llorar a mi hijo, es indescriptible, pensé: lo logramos, fue maravilloso, sigo yo luchando, pero aquí está él, sano, con vida”. Dice con la voz entre cortada.

Alonso, es un niño sano y este 20 octubre celebra siete meses de haber nacido
Continúa: “Esta bien no sentirse bien siempre, pero hay que levantarse. Con Alonso en brazos, ha sido un camino precioso, cansado, pero hermoso, él necesita una madre fuerte, y sin minimizar mis emociones por el tratamiento, lo soy. Siempre hay un motivo para no rendirse, algo, alguien y siempre Dios”.
El cáncer no respeta edad y un cambio en el cuerpo NO es normal
En medio de este testimonio lleno de fe y de amor, Alexandra, hace énfasis en la importancia de estar atentos a nuestra salud, informarse y buscar siempre varias opciones. Ella buscó respuestas desde los 22 años.
“Estoy en este proceso desde hace cuatro años, mi pezón se “hundió”, fui al médico y me dijeron que era normal, tuve mucho dolor y se me repitió que era normal. No se me practicó una mamografía por ser muy joven. Hasta que mi pecho sangró y hubo secreción, una doctora se saltó todo el protocolo y llegó el diagnóstico. Esto no es cuestión de jóvenes o adultos”.
Alexandra, finaliza comentando el gran valor que tiene el poder contar con una red de apoyo.

Alexandra con su familia, su gran red de apoyo
Estoy rodeada de personas valiosas que me ayudan a llenarme de fuerza, agradezco mucho a mi esposo, a mi familia, a mis amigos, a los especialistas, a mi cirujano Alonso Campos, por él mi hijo se llama Alonso, al doctor Caisandes. No hay una escuela que nos prepare para recibir este diagnóstico, pero el apoyo es importante, sin juzgar, sin palabras hirientes, acompañando, aunque sea en silencio, con un mensaje, con un beso o con un abrazo”.