La vida es lo que duramos en decir “Ya”.
Es un cuchillo entrando en una barra de mantequilla, frágil y se resuelve sin demasiado análisis.
Es huirle a la perfección para que no estorbe en las sorpresas y en el cambio de planes.
Es no suponer que salimos y “ya casi regreso” o “nos vemos mañana”.
Es celebrar hoy, este segundo, sin apariencias ni pompas, con la palabra GRACIAS.
Es cometer el error y rápido, sin demora, admitirlo porque los segundos están contados.
Es una canasta llena de frutas que se acaban, como los días del calendario y cada una hay que saborearla porque no se repone ni la podemos congelar como no se congela la infancia ni la juventud.
Es tener consciencia de que el corazón palpita y así de fácil puede dejar de hacerlo, sin necesitar diagnósticos previos ni advertencias.
Es tan rápida como un “¿Me pasás el azúcar?” o dar un abrazo o un beso de despedida.
La vida es soplo de amor que empieza y termina y en medio de ese inicio y de ese fin están nuestros amores y nuestros rencores, y hay que decidir cuáles vivir intensamente porque cuando el soplo se acaba no hay chance de devolverse si la decisión fue la equivocada.
Y si, la vida es maravillosa aunque llore diciéndolo porque duele o me ría de alegría de tantas bendiciones. Es Dios conmigo en la oscuridad y la luz, fuerza incomprensible que inunda el alma que es la única que trasciende y no vemos en la canasta.
Es eso que pasa en esta dimensión y no se repite. Es lo que sucede y no se borra.  Maravilla al fin, corta pero maravilla.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

Leave A Reply