Convertí un relato en algo inolvidable para mi, desde que lo escuché  en un evento de motivación.

Se trata de la mujer que vivía criticando lo sucia que estaba la fachada de la casa vecina.

A todo aquél que recibía en su casa lo acercaba a la ventana de su cocina desde donde se veía aquella asquerosidad y le comentaba el terror de ver todos los días algo tan reprochable.

Un día, su hija menor, viendo por la misma ventana desde donde su mamá criticaba a los vecinos, pasó el dedo índice en el vidrio y adivinen qué? Estaba tan tan sucio!!

La pequeña niña, entonces, pasó un trapito con agua y se dio cuenta que era la ventana de su madre la que estaba sucia y no la fachada del vecino.

Con esta anécdota me quedó claro que es más importante limpiar mis propios ojos antes de ver “hacia afuera”, exterminar las bacterias de mi envidia, pasar el trapo de la autocrítica antes de abrir la boca para “analizar” el proceder ajeno.

Aquí se los dejo.  Quizá ese relato los toque tanto como a mi, en momentos en que las redes sociales son la vitrina a través de la cual cada segundo alguien fusila a alguien más con la facilidad de la mujer que tenía sucia su ventana.

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Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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