Porque a David el tamaño de Goliat sólo le sirvió para una cosa: para calcular perfecto el golpe.

Además, David se sabía más liviano que su enemigo.  Goliat era un guerrero perfectamente enfundado en su uniforme militar.  David era un hábil guerrero que llevaba puesto justo lo que necesitaba.

El David que mató al gigante tenía dominio propio y lanzó un grito de guerra al tiempo que clavaba su mirada en el blanco de su golpe. Y se supo vencedor apenas lo vio pero no lo anunció precipitamente. Se esperó a ver en el suelo al enemigo para declararse ganador. Porque ganarle a Goliat significó libertad y qué no hace un ser humano por ella!

¿Cuál es tu Goliat? No lo usés para tenerle miedo sino para calcular cómo hacerlo caer.

¿Te pesa mucho lo que llevás puesto en esta guerra? Deshacete del ego, de la soberbia, de la culpa. Llevá justo lo que necesitas. Así vencerás.

Que tu grito de guerra se dé al tiempo que tenés la mirada enfocada en tu lucha. Y cuando ganés, no seás presa de tu orgullo por haber vencido. Todo lo contrario, conquistá con el triunfo tu libertad. Ese es el mejor premio, la libertad de tu alma que no se dejó engañar por el gigante y que sabe que no camina sola y que tiene el respaldo de Aquél a quien nadie ha podido ni siquiera calcularle su tamaño.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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