Amaestrada para decir que sí, que está bien, que todo sale aunque haya que correr demasiado, que el marido tiene derecho de llegar tarde siempre, que la vida se acomoda, que 5 o 10 hijos son siempre bienvenidos, que se perdona todo sin pedir nada a cambio, esta mujer que hace eso conoce muchas palabras, se las enseñan, las repite, las reproduce y las defiende sin problema alguno, perdiéndose de la gran oportunidad de una palabra de dos letras que es enormemente poderosa: NO.
Por poner sólo un ejemplo, una de las princesas más famosas de los cuentos fantásticos tiene problemas graves al decir que sí a lo que todos sabemos que debió negarse. “¿Querés una manzana?”, le dijo la envidiosa y podrida reina. Debió haber dicho que no. Blanca Nieves fue buena, educada y lo que hizo fue políticamente correcto, pero la palabra que le hubiera dado otra sazón a su vida era NO. Imaginate que no se hubiera dormido, ni hubiera tenido que esperar a que el príncipe la besara, y no la hubieran llorado los amigos siendo ella tan joven. Quizá un NO la habría convertido en bailarina, escultora, diseñadora de bolsos, periodista, arquitecta, piloto, paleontóloga; hubiera besado muchas bocas antes de la de su amado y hubiera vivido intensamente sueños hechos realidad; hubiera llorado de alegría y gritado por el placer de estar de pie y respirar una vida plena; hubiera envuelto en papel valentía los problemas más duros que la quisieron arrodillar para echarlos en el bote de las cosas superadas. Todo, si hubiese dicho NO.
Amar en libertad permite que una joya de ese calibre no se pierda en la buena educación ni en lo correcto. Amar en libertad te convierte en dueña de tus SÍ y tus NO; de tus decisiones, de tus errores, de tus siembras y tus cosechas. Una joya llamada NO, en tu boca, debe ser guardada celosamente si querés vivir en plenitud, sin grilletes y con dignidad. Guardada ahí, nadie te la puede robar, a menos que vos misma te privés de esa palabra que puede cambiarte el rumbo de la vida por completo.