El 1 de setiembre, pero del 2015, Keylor Navas dejaba de ser el Keylor Navas de siempre. A la medianoche,  su vida deportiva se había resuelto con un final inesperado, casi de novela, angustiante, que hoy confiesa lo hizo llorar.

A la medianoche recibió una llamada. En aquél momento no sabía qué esperar. Jamás consultaría con una bola de cristal que se puede romper;  estoy segura que prefirió creer en la infinita frase “Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7,8).  ¿Cuál sería la próxima jugada: quedarse en España o irse para Inglaterra?

Los que no sabemos de fútbol, sabemos de Keylor. Me acuerdo haber preguntado ¿qué es lo mejor para él? Y muchos en coro decían “Ojalá se quede en el Real pero lo más seguro es que se tiene que ir para Inglaterra”  .  Así que esa medianoche un país entero estaba pendiente de lo que le pasaba al hombre que no estaba siendo apoyado por algunas autoridades del gran equipo al que pertenecía y en el que estaba haciendo un sueño realidad.

Y sucedió.  Se quedó en el Real. Y como todos ignoramos lo que sucede al segundo siguiente, quién iba a pensar que esa llamada significaría que más adelante Keylor levantaría el trofeo en la Liga de Campeones de Europa ni estaría en el camerino con un señor director de apellido Zidane.

Así que, sí, todo pasa.  Hoy nuestro Keylor tiene un 1 de setiembre muy distinto, el que tienen los hombres y las mujeres de fe que saben que todo pasa, todo menos Aquél que todo lo puede y todo es todo.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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