Tengo una amiga que tras su divorcio, asegura que despertó en la consciencia de que será más selectiva “con lo que se le acerque” y ya no hará más descuentos. La frase me interesó y esta fue más o menos nuestra conversación:
– Mirá, ya yo no estoy en descuento.
-Explicame, me suena bonito, pero qué es eso?.
-Ok. Cuando ves una tienda, si hay descuento, mucha gente va a entrar; tocarán la mercadería, verán el rótulo del porcentaje y algunos ni aún así van a comprar. Otros hasta regatearán y bueno alguien se la llevará.
-Entonces voy a suponer que vos sos una tienda.
-Exacto –me siguió explicando-. Conozco a un tipo y de una vez sé si rapidito se va a dar la vuelta porque no me llega ni a los zapatos, mis exigencias le parecerán muy altas. Es soberbio, grosero, machista, juega de vivo, inseguro…y yo quiero un cómplice, un compañero, o sea, no pagará el precio de estar conmigo.
-Aja –hasta ahí voy entendiendo-. Pero llegará alguien tierno talvez, masculino y tierno a la vez…
-Sí, pero ese podría no estar dispuesto a invertir en mí su tiempo sino sólo unos minutos. Entonces no me interesa.
-Ok.
-Este otro llega pidiendo descuento. Digamos: “¿Podrías tener menos contactos masculinos en el directorio de tu celular? ¿Podrías bajar la cantidad de veces que salís con tus dos o tres amigos? ¿Podrías hablar menos con tu mamá? ¿Podrías reducir las veces que vas al gimnasio? ¿Podrías ganar menos en otro trabajo que no sea como el actual?”
-Claro, clarísimo- comprendí-. Vos decís: “Señor, viera que aquí hace rato que no hago descuentos y esa política se acabó porque hizo que mi anterior empresa quebrara”. Y nos echamos a reír.
Así entendí, como dice mi amiga, que cuando se empieza a hacer descuentos, muchos podrán entrar a tu vida, pero vos quedarás vacía, tratando de cumplirle a todos y sintiéndote como una tienda de quinta categoría cuando sos, vos solita, un edificio entero que no negocia su amor propio. ¿Queda claro? Aquí señores, no se hacen descuentos.