El tema es imposible dejarlo fuera de agenda. Trump no me cae bien para nada; dijo pocas cosas con sentido y dijo otras –las que destacaban las noticias en Latinoamérica- que han pasado a ser parte de una lamentable colección de exabruptos detestables que hieren la dignidad humana en lo más profundo. Pero es el Presidente electo de los Estados Unidos y como dicen los entendidos, si a la Yunai estornuda, a Latinoamérica le da pulmonía. O sea, sí importa. Pero ojo lo curioso. Me atreví a preguntarle al chino de la pulpería por la portada del periódico. “Vió, Trump ganó”. Me volvió a ver y me dijo: “¿Y? Yo tengo que seguir trabajando sea quien sea el que gane”.
Combino esta respuesta con la de mi amiga: “¿Viste?”, a lo cual me respondió: “La ignorancia me protege. El hombre no ha subido al poder oficialmente. Cuando crucemos el puente ya veremos el río. Mientras, sigamos viviendo”.
Y yo me pongo a pensar: Sí, el magnate se sentará en la silla presidencial, pero a usted y a mí nos toca movernos en nuestro metro cuadrado para seguir construyendo una Patria donde la xenofobia no sea la parte graciosa de los chistes; nos toca no etiquetar de “zorras” a las mujeres que se visten con minifalda y escotes y nos corresponde respetar los derechos humanos sin preguntar en qué país le fue cortado el cordón umbilical a cada persona ni de qué color es su cuerpo; bastará con saber que somos habitantes de la misma casa llamada Tierra.
Trump importa, claro, y aún más importa que el país que lo acaba de elegir entonces comparte sus ideas, es una nación poderosa y mueve los hilos visibles e invisibles de muchas fuerzas en el mundo. Pero eso no nos define, es parte del panorama. Si vemos con miedo esta elección, peligra que nos paralicemos. Esto no es excusa para dejar de caminar. Nuestro deber es seguir viviendo intensamente, escuchar el llamado para el que fuimos diseñados desde el Amor más perfecto, arrollarnos las mangas y decirle a nuestros hijos que nadie, ni aún con poder, puede decirnos cuánto valemos y que la máxima es ser felices. Nadie con más poder sobre uno mismo, que uno mismo.
Yo compré el periódico, el chino me dijo “Pase buen día” y ¿saben qué? me propuse pasarlo así y lo logré.