Estoy en San José, en una soda almorzando y toda la gente está pendiente del televisor. Toda la gente son los que están comiendo, los que tienen un ojo en el menú y otro en el tele,  el guachiman, los meseros y meseras, los de la cocina, las tres universitarias a mi derecha que acaban de llegar,  los cinco amigos de la esquina que vinieron a almorzar adonde habia un televisor, esta parejita de señores mayores que se están terminando el casado y nosotras que nos reunimos para hablar de trabajo mientras comemos. De ese tamaño es la concentración. Pero apenas es miércoles. “Qué raro, la Sele no juega”, digo yo para mis adentros. ¿Entonces quién juega?  ¿Quién logra que todos volvamos a ver?  Porque yo, que no estaba enterada, vuelvo a ver para encontrar a quién veo conocido.  En ese momento todos, y cuando digo todos es todos, aplaudimos. Keylor acaba de evitar un gol en su portería. Y yo también aplaudo. No vi la jugada bien, pero ví a Keylor y ese es de los míos.

La gran pregunta es ¿por qué todos en esa soda queremos que a él le vaya bien, por qué nos importa keylor?. La cosa anda por aquí: Es que Navas es el compa al que le va bien y la ha pulseado; es el chiquillo de Pérez que se trazó un sueño y lo vive ahora en público y sin reservas; es el hombre que no tiene miedo a equivocarse y yo tampoco quisiera tener ese miedo. Es el tico que sale en las noticias del mundo entero no por tortero sino por talentoso; es el hombre casado con una muchacha que ya traía una niña y uno ve que la chiquita lo abraza a él con tanto cariño; es el hijo que sale en un comercial dándole un beso a su mamá; es el vecino de Tiquicia que se ve de pronto en una gala donde lo presentan como portero de un mega equipo que le decide hasta la marca del calzoncillo que debe usar, o sea es un “mae” que jugó con Saprissa y de pronto está metido en excentricidades porque su equipo el Real Madrid, así lo ordena. Es el que anda en un chuzo y le regaló un carro último modelo a su abuelito.

Keylor es mi compatriota, come gallo pinto y dice “Pura vida”, se persigna antes de empezar cada partido como cuando nos persignamos antes de comer porque sabemos que es misericordia de Dios ese gran plato.  Keylor es el ser humano que tiene momentos divinos y no se cree Dios. Es el que “lleva a Costa Rica en las entrañas” como dice la canción de Carlos Guzmán.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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