Por: Lizeth Castro

Partamos de que no sólo a vos te pasa.  Caminan por las calles, navegan por los mares, surcan los cielos millones de personas que se sienten como vos y a quienes sus sentimientos parecieran no importarle a nadie.  Corazones rotos, almas desoladas, ilusiones desnutridas, proyectos dinamitados, esperanzas como baldes agujereados, sonrisas desteñidas, decisiones juzgadas y mal comprendidas.

No sólo a vos te pasa.  También otros piensan que quizá no merecen eso con lo que sueñan. Esos otros, como vos, operan y calzan, se adaptan y se resignan. Basta que algo, por dentro, empiece a inquietarte, algo llamado vida, acompañado de la palabra plenitud, para que empecés a pensar en que quizá esto que vivís se parece más a la resignación que a la felicidad.

Y vuelvo, no sólo a vos te pasa.  Existen los que no te entienden, critican que no querrás más esa comodidad en la que has vivido y para ellos empezás a estar peligrosamente viva y vivo. Te convertís en una amenaza de sus planes, no de los tuyos y por eso te quieren callar.

Entonces, tenés que decidir si hacerle caso a este mandato de ser feliz o el que otros ordenan para que tampoco los incomodés a ellos con tus “ideas locas de buscar el verdadero gozo”.

Decidí si decirle a Dios que aquí estás desnuda y desnudo, decile valientemente que tenés miedo pero  que reclamás tu derecho a la vida.  O decidí decirle que te vas a quedar ahí donde estás porque a todos los demás les conviene. Eso sí, cada paso, dalo con amor.  Jamás caminés sin él, ni te detengás sin él; tus palabras y tus silencios deben venir del amor, no de ninguna otra parte.

No sólo a vos te pasa. Muchos lo han resuelto; millones, después de llorar han reído. Millones han decidido optar por estar vivos.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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