Por: Lizeth Castro
Vivimos el mismo sol pero no nos calienta igual a todos. Así que empiezo por ahí: tu sol y mi sol parecieran ser iguales pero no lo son, porque hoy tu alma podría estar más fría que la mía, que vive buscando calor.
Podemos pasar por el mismo camino, pero yo doy pasos diferentes. Los míos no están más llenos de pecado que los tuyos. Los míos son más arriesgados y se han equivocado más. No sé si al final eso me hará más sabia que a vos, eso el tiempo lo dirá.
He elegido mal, tampoco me juzgues por eso. Yo cuento estrellas, quiero alcanzarlas y mi alma soñadora se desboca a veces.
He buscado mal, donde no hay nada, donde hay vacío. Antes de que digas una palabra al respecto, te aclaro que estoy viva y eso me hace tener curiosidad por encontrar, por abrazarme a la necesidad de vivir cada día intensamente y sí, la vida es una escuela y sigo aprendiendo.
Me he quemado con fuego, pero esperá un momento: es que solo así he llegado a aprender que debo ser más selectiva, más prudente con mi corazón, más paciente porque lo que quiero no llega cuando quiero, más atenta a las señales, más leal con mi voz interior, más cuidadosa con mis palabras, con mis promesas, y mil veces más precavida con lo que me prometen.
Dicen que antes de juzgarme debieras estar en mis zapatos, pero mis pies son tan distintos a los tuyos que no me interesa prestarte nada mío, ni mis zapatos, ni mi energía, ni mis ganas de vivir. Además, tantas veces camino descalza para sentir la vida sin miedo a sentir, que no tengo nada que prestarte.
Te repito estoy en una escuela, en la mejor de todas y sigo aprendiendo. Si me permitís una sugerencia, no me juzgues, empleá el tiempo parecido a como lo empleo yo, viviendo y dejando vivir.