No esperés a que todo esté perfecto para extender los brazos al cielo y dar las gracias. En lo perfecto no conocerías el poder de un abrazo al llorar, el alcance de una palabra de consuelo cuando perdiste algo o a alguien, la profundidad de la mirada de la persona que te ama cuando sin palabras te dice cuánto te ama.
No esperés la perfección para ver el fino detalle que ha tenido Dios en crearte, en darte este día, en no dudar en hacerte venir a un mundo que ocupa tu luz, tus talentos, tus habilidades, tus ganas de hacer las cosas, no dije perfectas, dije ganas de hacer las cosas porque hay quienes nunca las hacen y vos sí.
No esperés nada, ni la perfección, ni el momento ideal, ni el día correcto, para gritar desde tu alma un Gracias al universo, a todo lo bueno, a lo maravilloso que tenés y no pediste y a lo que no te fue dado porque no te pertenecía y hubiera sido una carga incontenible para vos.
Ya mismo, abrile el candado a tu alma, liberala de odios y rencores, dejala volar tan alto como pueda, como la deje el amor, el amor por vos misma, el agradecimiento por todo lo hecho y porque lo mejor aún no lo has visto.
Hacelo ya. No esperés a nada ni nadie que la única que se ocupa para abrazar la vida sos vos. Los que amamos y nos aman son regalos del cielo; pero tu existencia es un privilegio para vos, la gran oportunidad de jugar tu juego, de tomar las riendas y ser feliz sin sustituir a nadie y sin pretender ser lo que no sos.
Felicidades por la vida de este segundo, que no espera nada más sino que vos existás.
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