Es imposible explicar con palabras, lo que ella significa para mí. Lo intentaré porque es un mujerón y quisiera que todos la conocieran aunque ella quiere que nadie lo haga; siempre he creído que su “perfil bajo” no va con la mega altura de su corazón. Lo grito: Es mi hermana. Eso debería bastar para hablar del impacto de su existencia en mi vida, pero es que el tamaño de esa palabra “hermana” en mi caso, es tan grande como el universo.
En un hombro tan fuerte como el de ella, he descansado muchas veces. Lo hacía cuando éramos pequeñas y me dormía en el bus mientras llegábamos de la escuela a la casa. Lo hago ahora cuando he llorado porque algo no me sale bien. En sus palabras encontré el apoyo cuando me lancé a ser la Presidenta de la escuelita a los 12 años (¡Ganamos! me gritaba feliz mientras me abrazaba), y las sigo encontrando hoy ya madurona cuando necesito un “Tranquila, todo va a salir bien”.
Es por su sinceridad que le doy ese poder que le otorga uno a muy pocas personas de entrar al alma de uno y opinar. Es que jamás me va a decir sólo lo que quiero escuchar. Su amor da para hablarme con firmeza y mi respeto me da para escucharla.
Pensamos muy distinto, no hay duda; cada una ha decidido dar pasos que la otra quizá no hubiera dado. Nacimos del mismo vientre pero sus alas la han llevado a volar cielos muy distintos a los míos . Pero ¿saben qué? Ella es mi HERMANA, la que me ha defendido, la que se ha peleado con otros por mí, la cómplice mía aunque no piense igual, la que me deja ser. Yo quiero decirle a todos que quiero ser como ella: toda servicio, toda bondad, toda atención. Es mi hermana preferida y yo soy la de ella. Es que no tenemos ninguna otra, jaja, por dicha porque nadie podría competir con tanto amor y con el impacto que ella ha tenido en cada uno de mis días. ¡Feliz día de la mujer, mi hermana preferida!