“Yo no te veo”, le dije en una de esas noches en que me desvelo queriendo resolver todos los pendientes de mi vida, dos o tres pero enigmas al fin. En esos ojos pelados de mi noche larga, dándole vuelta a los pensamientos que giran en un carrusel de luces y sombras, le dije “Yo no te veo Señor, a veces no te veo”, pero por dicha El sí me ve. Entonces de alguna manera, caigo -El me hace caer- en este texto que releo luego de años de haberlo leído por primera vez. Lo escribió Walt Whitman que murió en 1892 ignorando que su lápiz serviría para que en lo invisible tenga la convicción de saber que a pesar de mí, me rodea y a la vez me habita el Amor más perfecto que me llena de una extraña paz.
Dijo Whitman:
En el rostro de los hombres y de las mujeres veo a Dios,
y en mi propio rostro en el espejo;
Encuentro cartas de Dios tiradas por la calle y su firma
en cada una,
Y las dejo donde están porque sé que dondequiera que vaya
Otras llegarán puntualmente”.
El existe, El escribe hasta en el viento, El me dice que me ama. El sí me ve.