La motaña de la paz se asoma. Seguí escalando hacia ella.
Nadie camina hacia la sanación, sin heridas.
Sangrando y con dolor es como se sube la escalera hacia la montaña de la paz, esa que se ve a veces tan inalcanzable.
Si estás en el proceso de sanar, yo te animo a que sigás subiendo hasta la ùltima grada. Esa es alta, pero vale la pena subirla.
La verdad es que con el alma hecha trizas, te das cuenta que ya nada es lo mismo y lo que pasó ya acabó o en el mejor de los casos se transformó en algo que hace tiempo jamás hubieras advertido. Pero admitilo, eso pasó y con las páginas viejas del calendario no podemos hacer nada, excepto barquitos que naveguen en un río que fluya.
Por eso, ahora esta escalera hay que terminar de escalarla para ir a la montaña de la sanación y respirar su oxígeno puro.
Ha sido desgastante y confuso. Qué horrible suena el ventilador de tu corazón alborotando el aire contaminado que se esparce por tu vida, sudar decepción y ejercitar las ganas de vivir a pesar de la traición.
Pero lo vas haciendo bien.
Nadie, sino vos, sos la única persona que puede subir grada por grada. Te toca. Quienes te aman te apoyan, quienes no lo hacen quieren que regresés y ya has llegado hasta aquí como para que les hagás caso.
No dejés tirada la dignidad por escuchar voces que te piden que te bajés de la escalera.
Vos seguí que el premio se llama paz.
Subiendo, quién no ha tenido un mal paso y se ha querido caer. En este proceso talvez te ha sucedido. Pero ánimo, la montaña ya se asoma y te merecés este aire puro.
De camino has perdonado, a vos y a otros. De camino has llorado y mucho. Seguí, la cumbre se llama paz y quien te da la mano para poner los pies en este suelo fértil es la sanación interior.
Vamos con todo. Falta poco para ganar mucho.
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