Empieza con un sin sabor en la boca, por eso nadie lo liga con que algo le está pasando al corazón. Luego usted arruga la nariz como si estuviera oliendo basura podrida todo el día y así ¡menos que alguien va a decir que algo pasa con el corazón!. Hay quienes experimentan dolores de estómago y le echan la culpa al arroz y los frijoles de siempre, y de alguna manera el asunto sí va por ahí por las palabras “de siempre”.
Los reclamos que este gran amigo hace, los deja en varias oficinas hasta que, cuando nadie les presta atención, se aburre y empieza el peligro.
Las esposas dicen que los maridos se han alejado todavía más, reconocen que siempre les han dado vuelta y dicen que ni modo; los esposos dicen que sus compañeras de vida han dejado de serlo y sólo quejas tienen (además de que muchas en efecto también transpiran infidelidad aunque se perfumen); los hijos dejan de ver con admiración a sus papás y los papás se desentienden de los hijos alegando mucho trabajo. Mientras eso pasa, el corazón va anotando una lista que nadie lee.
La lista va desde lo más trivial hasta lo más serio: Aburrido que el semáforo siempre tenga tres colores; aburrido que la calle siempre termine en u; aburrido que el almuerzo siempre se sirva en esta mesa; aburrido que el cuerpo no sea acariciado; aburrido que ya no le decís que lo amas; aburrido que ya no te propone salir a comer ni un helado; aburrido que ya ni tus éxitos importan y los fracasos, fracasos son; aburrido que la cama es sólo para dormir, la cocina sólo para cocinar y los paseos familiares para “sentirnos en familia” aunque todos están pendientes del celular porque son más graciosos los mensajes que mandan otros, que las conversaciones que se dan “en vivo” y sin ningún color.
La enfermedad del corazón aburrido no tiene edad. Se presenta ante del desamor; la ausencia de cariño la alimenta y al final, la gente muere, las parejas mueren, el interés muere, el amor muere y algunos se atreven a decir que fue “de pronto”. Cuando se levanta la autopsia, el único que estaba enterado es el que nadie le puso atención, ni siquiera su dueño porque creyó que con funcionar todo estaba bien. Algunos, preocupados de lo que pasó se tomarán el tiempo para fijarse en la lista que hizo de su puño y letra el corazón y se fijarán que lo último que le pedía a su dueño era algo muy sencillo: “Por favor, quiero vivir” .