Un kilómetro o 15, no importa… La dignidad va agarrada de las escobillas del carro, mientras el conductor que es la ira, maneja.  Mala combinación para transitar por esta calle llamada vida, que a veces tiene tramos llanos en el camino y otras inestables y peligrosos llenos de piedras. La vida no merece tal escena. Ella está hecha para que cada persona encuentre su asiento, su propósito, se dé el lujo de decidir y pueda, al final del camino decir “Por lo menos lo intenté. A veces me salió bien, otras me equivoqué, pero mi dignidad no se negoció”.

La dignidad se baja de la tapa del carro, golpeada, averiada y algunos dicen que huele a licor.  Ahí es donde ella misma se reciminirá, mañana, por qué lo hice así y tardé en buscar ayuda; ojalá la encuentre.  La ira se baja del carro y sale corriendo, huyendo, porque nada le dará más pena, al día siguiente, que haber conducido así cuando no había necesidad de humillar para poder “ganar”, si eso era lo que quería.

En la escena todos pierden.  Cuando se negocia la dignidad y la ira conduce, el final siempre será trágico.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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