Yo le rindo honor a Jesús, al Maestro.
Al que me enseñó con una red de pescar que mi oficio es seguir la voz que me guíe hacia el mar que El ha escogido para mí.
Me enseñó con 5 peces que el verdadero milagro es repartir, compartir, solidarizarse.
Me enseñó con una oveja, que no debo tener miedo porque El dejará todo por irme a buscar adonde quiera que me pierda.
Me enseñó con Lázaro, su amigo muerto, que El nunca llega tarde; el Maestro siempre llega cuando tiene que llegar.
Me enseñó con el hijo que se marcha de casa, que hay un Padre esperando que yo vuelva y que mi regreso es motivo de fiesta.
Me enseñó con un pedazo de madera y clavos que los verdaderos amigos son muy escasos pero existen y son tesoros que dan la vida por mí.
Me enseñó con sus ojos en los ojos de Pedro, que se puede caminar sobre el agua.
Me enseñó sudando sangre, que me ama.
Me enseñó con una piedra enorme, que El tiene poder para que yo vea la luz.
A mi Maestro, Jesús, Luz, Verdad y Camino, que me enseñó, cada vez que me veo al espejo, que tengo que amar al prójimo como a mí misma. A El le rindo honor. A El lo sigo.