Yo siempre me acuerdo de que hace muchos años al entrar al edificio de Canal 7, por la puerta principal, ví a un hombre perfectamente vestido de pies a cabeza de blanco. Un guardaespaldas estaba a la par y me pregunté qué artista sería. En un segundo el joven se volvió y le ví el rostro: “El muchacho que hace motocross”, me dije en voz baja. Impecable, angelical, vestido de abundancia: abundante en éxito, en talento, en premios, en juventud, en aspiraciones y sueños.
Ahora que lo entrevisto en su casa en San Pablo de Heredia, lo siento mucho más humano que en aquella oportunidad y reconfirmo cuánto me sigue inspirando Ernesto “Lobito” Fonseca. El me recuerda que la línea entre la abundancia y la carencia es fina, finísima aunque tan grosera resulta ser cuando se cruza por ejemplo, de subirse en una moto para ganarse la vida, a hacerlo a una silla de ruedas, para seguir ganándose la vida. Porque así es, el reloj no se detiene porque tus pies se mueven o lo dejen de hacer para siempre, o porque estás casado y luego divorciado, o porque seás noticia o dejés de serlo. La vida no se detiene sólo te obliga a replantearte.
Le pregunto a “Lobito” que ahora que ya no es motocrosista, cuál es el trofeo más preciado que puede recibir. Se queda pensando y me dice que ninguno porque no hace nada especial. Yo me atrevo a decirle que sí, que todo cuanto hace es especial: después de que a los 25 años queda sin movilidad, decide invertir dinero y tiempo en algo que no resultó como creía: volver a caminar. En la entrevista hablamos del amor, porque es el motor de cualquiera que se precie de estar vivo y él lo está plenamente. Me cuenta algunos episodios y finalmente concluyo: “Estás vivo, sonreís, nos inspirás. Sos un campeón”. Tengo claro, con esta conversación que el trofeo es la propia vida.
Con este triatleta arrancamos en lizethcastro.tv la campaña “Inspiradores 2014”. Tantos regalos van y vienen en el mes del aguinaldo, que con Ernesto aterrizo en que la vida viene envuelta en papel sorpresa. Sea cual sea el regalo que lleve dentro hay que vivirlo plenamente, sabiendo que todo pasa y que cada día tiene su afán. Ayer ya pasó, mañana no existe. Hoy, hoy es lo que importa. Hoy es un regalo que hay que abrir, agradecer y vivir porque no sabemos si es el último que podríamos recibir (La conversación con Lobito la podés ver en https://www.lizethcastro.tv/inspiradores)