No abrir el ataúd sería mejor. Prefiero que quienes se despidan de mí no reparen en mi aspecto sino en los recuerdos vividos. Sé que nada se paralizará, ni se suspenderá ningún evento, porque si hay algo que me gustaría es que los que me aman honren mi recuerdo viviendo al máximo sin que se detengan un solo segundo.  El reloj no hará un minuto de silencio por mí, el sonido del segundero seguirá fuerte y claro en la pared de todos los que siguen vivos; ninguno tiene tiempo que perder y todos tienen tiempo que aprovechar. ¡Háganle!

Llorar, bueno, si alguien quiere llorar, pero me encantaría que los que me recuerden se rían mucho y sonrían al hablar de mí.  ¿Habrá alguien que recuerde algún error mío? Claro, entonces, háblenlo para aprender a no repetirlo, y así habrá tenido sentido haberme equivocado.

No me santifiquen ni digan que yo era muy buena.  Primero, no lo soy y segundo, prefiero que estén conscientes de lo frágil de la vida de todos los que caminamos un ratito por esta ruta, y que cargamos con un saco de bendiciones por las que debemos dar cuentas y un saco de omisiones por el que también nos pedirán cuentas.

Los que me aman, sepan que mi amor es infinito, ocúpense de sus vidas, gócenlas porque espero que cuando yo me muera haya gozado de la mía. Pero todo esto es cuando me muera…mientras tanto, sigamos celebrando la vida sabiendo que la hermana muerte está siempre cerca y un día nos puede llamar para cruzar la puerta que nos conduce a la verdadera vida.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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