Un periódico internacional dice que Andrey Amador nació en el país del “Pura vida”. Yo soy de ahí, señores. Y les explico qué es ese “Pura vida” de Andrey: él ama lo que hace, él supera el dolor, él enfrenta al viento, en las curvas se concentra y corre riesgos; él va volado porque su carrera es hoy, porque cada segundo cuenta; él cree en su equipo y sigue instrucciones.
La camiseta rosada lo enorgullece pero no lo ciega; lo hace reírse, lo hace llorar y hace ambas con pasión; él sigue trabajando para su compañero y saborea la dulce victoria de duro proceso. Ël es de verdad y su “pura vida” es un “Aquí voy con todo”, rajadamente feliz, sabiendo que estoy en un chuzo de competencia, mientras muchos viéndolos en el tele le pedimos a los ángeles que no lo dejen caerse. El “Pura vida” de Andrey lo pone a la cabeza de todo un batallón de hombres fuertes y el sueño del tico va en la bicicleta más llena de coraje que el mundo pueda ver. Ese es Andrey, ese es su “Pura vida”, ese es mi compatriota, el de la camiseta rosada.