Por: Lizeth Castro

¿Cuánto vale un hijo?

Cuánto vale mecerlo en brazos,

que su dedito se aferre fuerte a tu dedo,

que se estire,

que bostece,

que llore y en tus brazos vuelva a conquistar la paz…

Que se ría fuerte,

que gatee para atrás y todos, incluido él, se rían…

que dé pasitos torpes, apurados,

que diga palabritas en su idioma,

que se esfuerce por abrazarte el cuello porque aún es grande para él.

Cuánto vale ponerle el uniforme del kínder y que llorés porque es difícil de creer que ya esté grande, pequeño pero grande,

y que haga sus trazos de colores,

que se salga del dibujo,

que aprenda “ahí viene la “A” con sus dos patitas muy abiertas al marchar”,

que te abrace mientras ves por ocasión número 26 la misma peli con él,

que te diga “que te vaya bien en el trabajo mami, te amo”.

Cuánto vale contenerte para no soltarte a llorar durísimo cuando se gradúa,

de kínder, de escuela, de colegio, de cualquier curso, de su carrera, de su oficio…

¿Cuánto vale un hijo?

¿Mil colones?  No.

Un hijo no tiene precio porque lo vale todo. Vale tu corazón, vale tu alma, vale tu angustia, vale tu orgullo, vale luchar por él aunque no piense como vos, vale todos los abrazos aunque no haga lo que vos quisieras, vale tu respeto,  vale tu vida entera.

Un hijo, no tiene precio. Vale que Dios tuvo un propósito que no se calcula en ninguna moneda de este planeta. Un hijo vale amor.

Acerca del Autor

Soy periodista desde que tengo uso de razón. Siempre me gustó preguntar por todo y escuchar respuestas, incluido el silencio como la mejor en algunos casos.

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