“Mi hijo va para convocatoria”, me dijo mi amiga casi descompuesta, al borde del ataque cardíaco. Cuando niña, ella había sido cuadro de honor todos los años en la escuela así que es incomprensible para ella la nota roja de su chiquito.
En una conversación resolvimos algo que se divide en tres partes:
Primero, un hijo no tiene por qué tener las notas que la mamá y el papá quieren o tuvieron cuando ellos fueron estudiantes. Las expectativas de los adultos no tienen nada que ver con la existencia y el propósito de vida de los niños. Un niño es un ser nuevo, en pleno aprendizaje, un ser humano al que no se le debe condenar por escribir una historia totalmente distinta a la de sus papás, ni sus primos, ni sus tíos, ni nadie!.
Segundo, ante una nota roja que manda a convocatoria a un hijo solo hay que hacer algo urgente: estudiar e ir a hacer el examen. El drama, la tristeza y la vergüenza que se siente deben durar apenas un ratito. Nadie se puede estacionar ahí porque si no, en esa casa sera1 imposible avanzar.
Tercero, es importante analizar qué trajo la nota roja. La idea es que el año que viene, no se repita. El aprendizaje para todos en la familia es importante.
Agrego algo muy mío, que he visto de colegas geniales que fueron a convocatoria de chiquillos: la nota es necesaria para pasar de año, pero el éxito en la vida depende más de la actitud que tenemos hacia las pruebas. Por eso la convocatoria es un buen momento para enfrentar con coraje una mala noticia y de paso saber que el esfuerzo por mejorar siempre vale la pena porque nos hace avanzar.
1 comentario
Muy buena observación el como entender los hijos en cuanto al estudio, no hagamos de nuestros hijos robots ni los pongamos a estudiar lo que YO quiero; noooooo que ellos decidan